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25 de enero de 2009

Cuidado: Quiero Dormir

Llevaba casi tres años despertando, una o dos veces a la semana, por el ruido de las risas.

No eran risas de diversión pulcra, eran nerviosas, burlonas. Se reían de ella, la señalaban con total desparpajo. Con la boca bien abierta ocupándoles toda la cara y sus ojos lagrimeando carcajadas insolentes, se codeaban unos a otros para advertir a los que la tentación les privó de detalles, sobre más defectos que le habían descubierto para sumarlos a su malsano placer.

Ella había aprendido a reprimir su llanto, de las lágrimas sólo había conseguido evidenciar nuevas debilidades que les causaba más gracia. Simplemente se quedaba sentada en la cama casi sin mirarlos, resignada a que pronto pararían y, si lograba conciliar el sueño, sabía que no la acosarían por varios días. Cada noche que regresaban para mofarse, ella se prometía que a la mañana contaría todo, pero al recuperar el sueño sentía que de alguna forma había logrado dominar la situación y que no necesitaba ayuda materna. Le alcanzaba la fugaz emoción de sentirse fuerte sólo porque había salido el sol y la esperaba una taza de leche caliente sobre la mesa.

Los dos o tres días sucesivos malabareaba perturbaciones y tranquilidades relacionadas con las burlas de las que era víctima. Pero por sobre todo, sentía vergüenza, mucha vergüenza porque ninguno de los defectos que le enrostraban eran falsos.

Que su pelo lacio llegaba casi hasta su cintura, que sus mejillas conservaban la rosada tibieza del bebé que no dejaba de ser, que su vocecita inspiraba ternura hasta cuando decía algo chistoso, que sus manitos suaves y transpiraditas dominaban el arte armar collares y pulseras para pasar el día emperifollada de accesorios de macarrón y témpera, que con un cuentito se quedaba dormida y daba más ganas de taparla con besitos que con acolchados.

Cuando cumplió seis años se llevó las velitas de su torta a la cama. Les había chupado hasta la última insignificancia de merengue y las dejó bajo la almohada. Cuando iba por la mitad de mi cuento fingió quedarse dormida. La tapé, la besé y en la frescura de su frente sequita sospeché que no dormía… fingí abandonar la habitación y me oculté detrás de la puerta. Me creyó. Encendió el velador, arrancó una hoja de su cuaderno y con crayones de todos los colores dibujó unos monstruos horrendos. Puso su dibujo bajo la almohada, junto a las seis velitas, apagó la luz y les profirió una advertencia:

–Ya soy grande y así como me vieron apagar el fuego también puedo encenderlo. Podemos ser buenos amigos, piensen bien sobre qué quieren reírse y no me obliguen a incinerarlos.

29 comentarios:

Steki dijo...

Ahhhh... mirá vos la niñita, no se la esperaban!
Vos sabés que el tema de las burlas en los niños es horrible porque llegan a ser tan crueles o más que los adultos y creo que las burlas de niño dejan marcas hasta que son adultos y pueden superarlas. Aunque tal vez haya gente que les queden muy marcadas.
Sabés que recién había venido a saludarte y vi que seguía el mismo post de antes. Y, vuelvo a mirar y ahí estabas, con este nuevo post, jaja.
Que tengas una excelente semana, mi querido Danny.
BACI, STEKI.

PS: una penita que no pudiste venir.

Daniel Os dijo...

Hermosa sorpresa, hermosa Steki.
Acabo de releer mi cuento por última vez y veo que ya lo visitaste… con eso de estar junto a mí segundos después de mi punto final ya no sé si debo llamarte amiga o musa.
Un beso grande,
D.

Marcela dijo...

Cuando era chica, era muy imaginativa (bueno, ahora lo soy bastante) y de noche solían visitarme algunos monstruos que aún no sabía como manejar. A veces, también se reían, sobre todo de mi miedo a la oscuridad, entre otras cosas. De haberlo sabido, los hubiera conjurado con las velitas de cumpleaños... Medida muy inteligente la de esta hermosa niñita de seis años.
Besos.

Daniel Os dijo...

Interesante saber qué nos visita cuando dormimos, cuando estamos perfectamente vulnerables. Juraría que nos visitamos nosotros mismos… nuestros costados más crueles haciendo pedazos a los más imbéciles.
Una especie de ultimátum que nos da nuestro inconsciente: ¡fortalecete o te reviento!
Gracias, Marcela, por traer tus monstruos hasta acá, espero que ya los sepas manejar.
D.

Claudia Sánchez dijo...

Juaasss! buenísimo, se lo voy a leer a Ramiro para que vea lo que puede hacer con sus monstruos...
Relato genial!
Besotes,

Daniel Os dijo...

Ojalá le guste, en todo caso me anticipo a pronosticar qué va a hacer Ramiro con sus monstruos: derrotarlos.
Cuando los monstruos son imaginarios lo único que pueden hacer es apichonarnos… en el momento que uno se arma de coraje para enfrentarlos se diluyen.
Tarde o temprano se diluyen todos, los no imaginarios también.
Gracias por pasar, Clau!!!
Besos,
D.

ade dijo...

- Hermoso relato, me transporto a mi niñez, gracias. Ade

Daniel Os dijo...

Lamento contradecirte, Ade, pero mi relato no te llevó a ninguna parte… si una modesta ensalada de palabras te llevó a la niñez es porque la tenés muy cerca.
Gracias por la visita.
Un beso,
D.

More dijo...

Así es como nos ganamos esos miedos y esos traumas que nos rebosan una vez que somos adultos. Con cuanta insensatez enseñamos o decimos cosas a los niños que hacen que sus vidas sean marcadas para siempre.
Hay que tener mucho cuidado con eso...
Por fortuna en tu relato, ésa niña fue más que inteligente. Y supo afrontar.
Yo me metí en el relato, tú escribes muy bien.
Abrazos.

Daniel Os dijo...

En cualquier actividad que uno emprenda, pero más aún en la crianza, es indispensable hacerlo a conciencia y demostrando amor… errores cometeremos, pero que cuando los niños sean maduros noten claramente que fueron inintencionales.
Muchas gracias por tu comentario, es un gran estímulo para seguir intentándolo.
Bienvenida al blog, haré el esfuerzo de ganarme tu visita frecuente.
D.

Recomenzar dijo...

me gustó el tiempo y el momento del relato besos

Daniel Os dijo...

Acepto, de puro vanidoso, tu halago… sin embargo me temo que sea producto de la hora a la que lo encontraste.

Muchas gracias, Mucha, por el tiempo y el momento.

D.

josef dijo...

A veces no conviene reírse de los niños/as, son más fuertes de lo que parecen. Ellos lloran y temen a los monstruos. Nosotros hacemos como que somos fuertes y no tememos ningún monstruo; todo es mentira. Cuando salgo a la calle sé que estoy rodeado de bestias salvajes, me encojo e incluso lloro; lo hago sin que me vean, lo cual resulta todavía más ridículo. No soy sincero, los niños saben serlo en todo momento. Hasta que aprenden de nosotros (lo malo) el arte de la mentira y la maldad de los verdaderos monstruos. Un abrazo.

Daniel Os dijo...

Yo admito temer cobardemente a mostruos de toda índole, también reconozco entregarme al llanto cuando los pasos previos fracasaron, encojerme y emprender la retirada.

Por alguna razón los monstruos me creen representando un lobo con piel de cordero y huyen en busca de otra presa… debe ser porque están hechos de desconfianza.

Gracias por la visita, Josef.

D.

ade dijo...

- Vos no tenés ni idea de lo fantasiosa que era mi cabeza cuando era niña, y fué hace mucho tiempo, siempre transitando caminos que no llevaban a ninguna parte pero que sostenian mi asombro. Antes se nos llamaba "niños distraidos", no sabían los adultos de nuestros fantásticos viajes. Un abrazo. Ade

Daniel Os dijo...

Ojalá hayan aprendido los adultos, Ade… esos caminos a ninguna parte son los únicos que nos han conducido a destinos ciertos.
D.

Fabiana dijo...

Sencillamente hermoso relato.
Un gusto leerte y visitarte!

Un beso!

Daniel Os dijo...

El gusto es mío por ser leído y visitado por vos, Fabiana. Gracias por pasar,
D.

VAE VICTIS...!!! dijo...

Daniel Os, mi estimado amigo:
Que buen relato !!! a mi me paso de tambien de niño pero no tenia el coraje de esta niñita para enfrentar a los fantasmas, al cuco, al lobo o al viejo de la bolsa. Vivia aterrado por las noches, mis miedos ya comenzaban al anochecer, aún hoy me persigen bajo otras figuras o formas...
Un gran abrazo.
Buen comienzo de semana.
vae

Daniel Os dijo...

Tengo miedo, valga amigo Vae la introducción alegórica, de que estemos hablando de los mismos cucos… y que tampoco sé cómo derrotar: vencimientos, llamadas de cobradores, deudas incobrables, cheques devueltos, deslealtades comerciales… bueno, no exploro el terreno de las deslealtades porque ahí sí que el miedo me paraliza.

Un abrazo grande y gracias por compartir tus experiencias.

D.

VAE VICTIS...!!! dijo...

Gracias a vos Daniel por tu excelente relato que me permitio tomarme 5 minutos y refleccionar sobre estos temas tan humanos.
Las deslealtades comerciales son las menos importantes y te entiendo al no querer seguir indagando, a mi me pulveriza, me destruye, me matan en vida las deslealtades morales: las promesas de amor incumplidas, la palabra empeñada olvidada e incumplida, la amistad traicionada, la hipocresia, lo falso, lo aparente,
el esnobismo, la mentalidad burguesa, uffff !!! mejor no seguir, como acertadamente dice tu blog: " lo mas importante se quedo afuera " apenas lo mencionado puede ser un escueto indice de las miserias humanas que me siguen asustando.
gracias nuevamente Daniel por pensar.
Abrazo
vae

Daniel Os dijo...

Me apena mucho que tengas tanta razón, Vae. Los males que mencionás me quitan el sueño, y no es una forma figurativa: me desvelan y corroen mis sueños.

Lamentablemente busco la forma optimista de refutar tu comentario pero aún no aparece… mal que ambos nos pese, tenés razón.

D.

María dijo...

La vulnerabilidad del sueño...

¿Qué misterio buscamos develar cuando espiamos a quien duerme, a quien sueña, cuando ensayamos adivinar bajo los párpados esas regiones que nos están definitivamente vedadas?

Qué misterio un rostro dormido. Su languidez y la promesa cumplida de la entrega.

Daniel Os dijo...

Temo, María, ensayar una respuesta a tu interrogante y terminar con la melancolía de que la vulnerabilidad del sueño radique en cuán vulnerables quedamos desvelados por preguntas cuyas respuestas nos seguirán siendo vedadas.

¿Por qué esperamos la entrega ajena? Si se tratara de un acto de poder o una necesidad de recompensa por la entrega propia, creo que en ambos casos estaríamos hablando de amor posesivo… es decir, de amor.

D.

Silvio dijo...

Al principio me imaginé al Joker, escapando de su celda del Arkham Asylum para molestar a la criatura de alguna enfermera.

Después pensé que quizás esos monstruos no eran producto de la imaginación del niño, sino la visión distorsionada que tienen los bebés de los grandes cuando con sus caras de estúpidos se acercan para hacerles morisquetas.

Y el final me recordó a un pasaje de un libro de Stephen King llamado "Cujo". Cuando el niño tenía miedo de los fantasmas escondidos en el ropero, su padre repetía en voz alta frente al mueble: "Monsters, stay out of this room, you have no business here!"

El final me encantó. Esa criatura tiene un carácter de puta madre. Sos un gran escritor, Daniel.

Daniel Os dijo...

¿Y qué tal, Silvio, si los bebés disfrutaran de los fisheye lenses o de las perspectivas forzadas por la cercanía de una mueca adulta y aquello de que los asusta o les generan comentarios mordaces fuera sólo una suposición adulta sobre qué supone un bebé acerca de un adulto?

Bueno, creo que no es una pregunta… nos es imposible sumnergirnos en la mente ajena y solemos hacerlo, interpretarla y hasta sacar conclusiones sobre qué observó aquél a quien no hemos observado objetivamente. Probablemente en esa debilidad especulativa de sustancia habite el éxito de comedias como "Look Who's Talking" o psicho-thrillers como los nuevos enfoques sobre viejos superhéroes.

Tal vez este mismo relato fuera improbable en una niña real de seis años.

Gracias por tus confundidos halagos. Mi alma fanfarrona se siente halagada como si los mereciera.

Un abrazo fuerte,
D.

Silvio dijo...

Meras suposiciones, ¿verdad amigo?

Allá en su silencio, el perro quizás esté resolviendo ecuaciones de segundo grado.

Abrazo.

Daniel Os dijo...

Meras suposiciones, Silvio… contagian incertidumbre pero es agradable juntarse con amigos y sentarse a suponer.
D.

Daniel Os dijo...

Gracias por sus palabras, 中島美嘉mika, le confieso no sin cierta vergüenza haber perdido detalles de su comentario.
D.

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