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18 de octubre de 2009

Conspiración

“Cuanto más alto vueles más profundo llegarás.”

John Lennon

Se bebió con energía el último sorbo de Sprite, más por mirar a través del fondo del vaso que por sed. Esos jeans ajustados le hacían adivinar con culpa la desnudez de Martina.

–Las novias de mis amigos son todas bigotudas –se sermoneaba Ricardo a sí mismo con efectiva insistencia.

Disimuló asegurarse de que Jorge pagara la cuenta y caminaron hasta el auto. El que maneja no bebe y los que beben pagan la cuenta, era el trato, pero un par de pitaditas con todas las ventanillas abiertas para no impregnar de olor el tapizado, no altera la atención del conductor, imprime significado a los silencios y hace más intensas las charlas.

Martina no recordaba si había pensado o comentado en voz alta que jamás van a legalizar completamente a la marihuana.

–Los gobiernos del mundo ganan más dinero combatiendo una parte del narcotráfico y asociándose con otra –pensó o dijo– que cobrando impuestos por la hierba como lo hacen con el tabaco o el alcohol, que aunque hagan más daño no es redituable prohibirlos.

–Cómo te gustan esas teorías de conspiración –le confirmó Jorge que lo había pensado en voz alta.




Ricardo sabía que tomando partido por la postura de Martina no conseguiría que ella abandonara a Jorge para caer rendida a sus brazos, tampoco lo deseaba, pero algo más ingenuo y más fuerte que él mismo le gobernó el razonamiento.

–¿Por qué teoría de conspiración, Jorgito? No es absurdo lo que dice Martina… ¿nosotros podemos conseguir porros y la policía no? ¿Los ejércitos del hemisferio norte se ponen de acuerdo para invadir un país en la otra punta del planeta pero no pueden quemar los sembradíos colombianos que tienen a tres horas de vuelo?

–Bueno, dos contra uno… parece que ganaron –se rindió sospechosamente Jorge.

–¿Y por qué esa desconfianza, Georgy? –indagó Martina con dulzura.

–Mirá, no puedo asegurar que no tengas razón, pero todas esas teorías no salen de la categoría de teoría, ¿sabés por qué? Sencillamente –se apuró a contestar– porque nadie las pudo demostrar…

–Ni refutar –interrumpió Ricardo torciendo la cabeza hacia el asiento de la derecha, aunque sin mirar a Jorge.

–Algo debe haber detrás de todo eso que se dice y no se comprueba… la gente riega y exagera historias en la cola de la panadería pero, para considerarlas teorías de conspiración, también habría que pensar en alguien que se beneficiara si fueran reales –redondeó su idea Martina desde el asiento de atrás.

–Bueno, Martu, para cada teoría otro beneficiado –acotó Ricardo espiando su silueta por el retrovisor mientras Jorge palpaba todas las mochilas intentando encontrar las galletitas por ruido del celofán.

–Me gusta para donde vas –se coló Jorge violentando el sellado del paquete de Rex– si alguien se beneficiara diciendo que a Lennon lo mató la CIA no sería el mismo beneficiado que dice que la ciencia descubrió curas que no aplica para seguir vendiendo los paliativos.

–¡Exacto! -interrumpió Martina su letargo- no pueden ser los mismos los que dicen que Fidel está muerto que los que dicen que Elvis está vivo.

Como cascada, una a una fueron recordando las conjeturas más populares sin detenerse en sus refutaciones o argumentos irresponsables. Una teoría de conspiración desembocaba en la siguiente y mantuvo a los tres amigos eufóricos mencionándolas durante los siguientes veinte kilómetros.


Las Torres Gemelas fueron derribadas por el propio gobierno de EE.UU., el oro de los nazis sigue en poder de sus jerarcas, los judíos tienen planes milenarios de conquistar el mundo, algunos programas de televisión son creados para manipular las mentes de los espectadores, el Santo Grial está oculto y protegido por una secta secreta, el alunizaje del Apolo XI fue un montaje, la FIFA y el Comité Olímpico reparten a conveniencia los títulos de campeones, los gobiernos legítimos de los países acatan órdenes de la Cosa Nostra, algunos músicos difunden mensajes satánicos valiéndose de métodos hipnóticos, Google es una herramienta de los servicios de inteligencia para controlar la información que circula por Occidente, Facebook archiva los datos privados de sus usuarios, los extraterrestres conviven con la especie humana desde tiempos remotos, la KGB jamás fue desmantelada y continúa con las mismas funciones que en tiempos de la Unión Soviética, la tierra es hueca y una raza superior habita bajo la superficie, los líderes del mundo son socios y las guerras son sus negocios, Juan Pablo I fue asesinado, Juan Pablo II fue impuesto por una alianza antisoviética, Maradona jugó el mundial acelerado por sustancias prohibidas, Marilyn sabía mucho sobre los Kennedy, Lady D fue mandada a matar por el príncipe Carlos, Michael Jackson sigue vivo, Paul ha muerto.

Luego de la siguiente parada manejó Martina aunque ninguno de los tres había bebido alcohol. Ricardo y Jorge compartieron el asiento trasero para jugar al truco pero los párpados de Ricardo cayeron vencidos en corta batalla contra la gravedad.

Martu, ¿querés que maneje yo?

–Descansá un rato, Georgy, después cambiamos.

–¿Nos prendemos otro?

–No… estoy bien así. Todavía me queda un poco del vuelo de antes.

Un silencio de sol tibio se disolvió entre los pensamientos erráticos de Jorge.

–Ahora que hablabas de vuelo me enganché con lo que hablábamos antes y…

–¿Las conspiraciones? ¿No era a mí que me gustaban esas teorías?

–Escuchame, estaba pensando que lo difícil de esas teorías es propagarlas… hacerlas famosas. Pero elaborarlas no. Además van tomando cuerpo cuando el que las escucha les encuentra puntos débiles, hace preguntas y el que las cuenta les va metiendo más de su cosecha.

–¿Y qué tiene que ver eso con los porritos? –intentó relacionar Martina con un gesto inocente al pronunciar el diminutivo.

–Nada, pero sí con el vuelo. ¿Viste la catástrofe aérea del otro día? Estaba imaginándome –avanzó Jorge sin esperar respuesta– lo fácil que es tomar una noticia del diario e inventarle una confabulación por detrás.

–¿Intentás explicarme que ese avión no se cayó?

–No, no no… el avión sí cayó. No hay cómo negarlo, pero se pueden manipular las causas.

–Pero… ¿para qué? –desconfió Martina.

–Y… depende de la teoría que elaboremos. Imaginemos que ese avión estaba asegurado por una compañía que, en complot con la empresa aérea, disminuía las precauciones, achicaba gastos y podía vender los pasajes a mejor precio para llenar bien sus vuelos, aumentar la frecuencia de aviones en esa ruta y hacer más plata.

–Paranoico.

–Sí, como que las pirámides de Egipto fueron construidas por Yoda.

–Ok, chistosito, decime también que contrataron un par de aviones de combate para que lo derribaran en pleno vuelo y cobrar el seguro.

–Mirá, no pienso que lo hayan bombardeado –ignoró Jorge el sarcasmo–, pero sí que lo fueron “descuidando cuidadosamente” hasta que se convirtió en un avión vulnerable y con las primeras turbulencias fuertes terminó desplomándose sobre el mar.

–Si así fuera, serían muchos peces gordos los involucrados…

–Conspiración. De eso se trata, Martu. El avión envió al control veinticuatro mensajes automáticos en los primeros catorce minutos después de que el piloto se comunicó por última vez con tierra, pero el centro de control no consideró necesario un seguimiento satelital de la nave, a pesar de que las condiciones meteorológicas eran de riesgo. Hasta se conjeturó que lo había partido un rayo… encima, después del accidente, la empresa que construye ese tipo de aviones declaró que la compañía aérea no cumplió con el programa de sustitución de instrumentos que recomiendan… empezando a repartir culpas.

–…O patear para afuera.

–Nunca lo sabremos, pero fijate que empezando a empantanar la investigación con acusaciones también se ponen en situación de sospechados. La mismísima agencia encargada de la investigación mete un elemento que a nadie se le había ocurrido hasta el momento: “No descartemos la hipótesis de una bomba”.

–Y de nuevo un enemigo invisible merece ser combatido por las fuerzas del bien, que ellos mismos representan –conjeturó Martina.

–¿…Y el paranoico soy yo, linda?

Georgy, ese avión tiene que seguir en el fondo del mar para que no se desbarate el equilibrio. Mandaron varias misiones de rescate y hacen mucho hincapié en la búsqueda de la caja negra. Las víctimas no están en juego… se presupone que no hay sobrevivientes y no es tan importante encontrar los cuerpos y entregarlos a sus familias; lo único importante es que aparezca la caja negra. O mejor dicho… que no aparezca.

–Ja, ja, parece que te pegó con todo esa hierba –acusó aprobando Jorge–. Esa caja negra revela lo que saben en el centro de control, en la compañía aérea, en la planta fabril, en la agencia de seguros y en varios gobiernos… por lo menos los de los países que unía ese vuelo. Mejor que siga en el fondo del océano pero que parezca que la buscan desesperadamente.

Ricardo llevaba un rato despierto con los ojos cerrados, entre fingiendo dormir e intentando recuperar el sueño. Pero la desmedida carcajada de Jorge le hizo abrir de golpe los ojos y, unos segundos después, ya tenía su mano en el fondo de la caja de galletitas Rex.

“Quehacé” Jor, ¡cómo te reíste, guacho…! Martu, ¿querés que maneje yo un rato?

–No, quedate tranquilo, bello durmiente, sigo hasta la próxima estación de servicio.

–Tranquilos que se queden esos turros –retomó Ricardo el diálogo–. La caja negra no va a aparecer, o a lo mejor ya apareció hace rato pero la van a dar por desaparecida de por vida.

–¿Vos también tenés teorías? –se burló Jorge– ¡nos estamos volviendo locos adentro de este autito!

–Las cajas negras tienen un emisor acústico, el “pinger” –arremetió Ricardo con aires catedráticos– pero la emisión falla con la profundidad, la temperatura y la salinidad del fondo del Atlántico. Lo que sí, para algo debe haber funcionado.

–Claro, para localizar al avión –apresuró Martina.

–No, los restos del avión los encontraron sobrevolando el área. El pinger sirvió para trazar un mapa de los relieves del fondo oceánico.

–Ah, bueno –ironizó Jorge– entonces los verdaderos beneficiados de la catástrofe aérea eran los cartógrafos… siempre supe que los que imprimen el Atlas tarde o temprano iban a dominar el mundo.

–Siga riéndose, mi amigo, y verá que conocer la topografía del fondo del mar trae más beneficios que los que pueda imaginar –garantizó orgulloso Ricardo–. ¿Han escuchado que se están agotando los recursos naturales?

–Sí, de la falta de petróleo tengo una lucecita en el tablero que me lo va a indicar en cualquier momento –bromeó Martina. Pero no desesperen que hay una estación de servicio en dos kilómetros.

Camino al interior del paradero, Jorge tomó el camino del baño mientras Martina y Ricardo se detuvieron frente a los especiales del día anotados en una pizarra.

–Pasen, muchachos, tengo un rincón romántico para ustedes dos –los invitó el encargado de la estación.

Ricardo se relamió con la confusión y abrió la puerta para que pasara Martina, dejándola con galanura avanzar unos pasos y recorrer su figura con la mirada.

–¿Tiene una mesita para tres? Estamos esperando al novio de mi amiga –contestó disimulando resignación.

Luego del postre, revolviendo concentrado una diminuta tacita de café, Jorge reabrió el interrogante que Ricardo dejó pendiente en el auto.

Ricky, ¿qué tienen que ver los cartógrafos y el petróleo con la teoría de conspiración que le estábamos inventando al accidente aéreo?

–No, nada que ver. Sólo que hasta ahora se nos ocurrió pensar algo cruel como la muerte de la tripulación y todos los pasajeros para apenas cobrar el seguro y repartirlo entre un par de empresas y gobiernos… pero, ¿y si hay más que eso?

–¿Qué más puede haber detrás de tanta codicia y un plan siniestro que lo cubra todo? –se inquietó Martina.

–El oro. No hay ya casi petróleo y está escaseando el agua potable en el planeta, se están agotando todos los recursos naturales y el oro también. Las minas de oro del mundo ya están vacías y los lechos de los ríos devastados. El precio del oro se mantiene o sube mientras las monedas de las potencias fluctúan y los negocios bursátiles decaen. Se puede seguir acaparando oro pero cada vez cuesta más extraerlo. A nadie le es ajeno que desde el primer regreso de Colón a España hasta que los países americanos comenzaron a independizarse, todo el Atlántico ha sido un verdadero campo de batalla entre flotas reales, libertadoras y piratas. ¿De todos los mapas de tesoros que se encontraron durante esos trescientos años, cuántos cofres fueron desenterrados? ¿Cuántos naufragios hubo y dónde quedó el cargamento de oro de esos barcos?

–El lecho del Atlántico es toda una reserva de oro –descubrió Jorge.

–Sí, pero ¿qué empresa moderna puede escarbar esos recursos sin despertar sospechas o sin autorización de un gobierno y qué país va a mandar una misión de rescate de galeones hundidos si no están en sus aguas territoriales? Además de que no les pertenecen tienen valor histórico… esas joyas, de ser reflotadas, deberían brillar en la vitrina de algún museo. La opción más discreta de encontrar y robarse ese oro es…

–…mandar un pinger, ¡fraguar un accidente y sondear el terreno! –interrumpió con agilidad Martina.

–¡Qué cosa de locos! –se lamentó Jorge–. Nosotros juntando moneditas para hacer un viaje de fin de semana mientras otros se disputan entre cobrar un seguro millonario o quedarse con todo el oro de las colonias.

–Pero nosotros somos más afortunados que ellos –lo consoló cariñosa Martina acariciándole la cara–. Tenemos a nuestros afectos, podemos confiar en nuestras familias y nuestros amigos… ¿te imaginarías a alguien como Ricky conspirando para traicionarte, mi amor?

Ricardo estaba distraído, al escuchar su nombre despertó a la conversación… su imaginación lo tenía hacía largo rato desvistiendo a Martina.





14 comentarios:

Susi DelaTorre dijo...

Oh, ... Ricardo está pensando en cosas cercanas al tema de conversación, queriendo encontrarse con una finalidad que desea!

Interesantísima historia, con la que comenzar un día en que las noticias me van a llevar a teorías conspiratorias. Todo se contagia.


Me ha encantado. Diálogos claros y perfectos en lo que muestran de los personajes, con sus visiones de unas " conspiraciones" que llegan a nosotros sin saber de dónde ni porqué...


Un saludiño... muy buena la foto, Daniel Os.!

Daniel Os dijo...

Me alegro mucho que hayas disfrutado del cuento, Lasosita. ¿Me creerías si te digo que me lo dictó un alienígena verde de tres dedos?

Un beso grande y a cuidarse de creer en lo que se anda diciendo por ahí,

D.

antonia obiol y corcoll dijo...

Es lo que alguien llamó "equilibrio precario en la ultima piteada"... Esas conspiraciones silenciosas se pueden descubrir mirando con cuidado por el espejo retrovisor... existen algunos angulos de luz que siempre tienen respuestas para el que sabe mirar...
Amables besos para ti

Marcela dijo...

Es que las conspiraciones explican tantas cosas y de formas tan amenas! Son novelas de misterio en las que podemos ser mínimos detectives...
Fuera de eso, yo creo que la explicación más simple es la más cercana a la realidad.Y la realidad es que Ricardo está caliente con Martina.

Daniel Os dijo...

Así es, Antonita, lo difícil es apostar todas las fichas a la coherencia de un trío de fumones… a veces, sin embargo, más consistente, lúcida y fundamentada que los secretos de estado.

Amables retribuciones para ti y un siempre cálido abrazo para nuestro rodado cofrade.

D.

Daniel Os dijo...

Tal como lo acabás de decir, Marcela, y a mí me fascinan las conspiraciones… esa ficción creada en grupo, sin pretenderlo, y que llega a confundirse con la realidad hasta sentirnos verdaderos Ícaros temerosos de acercarnos a la luz. Nada menos que para vivir resistiendo los probables embates de un enemigo poderoso y sin rostro, pero que nos salva de admitir bajezas íntimas, como que la novia de un amigo está buena.

Igual parece que la Martina esa era una buscona.
D.

☀Pau☀ dijo...

Bueno, ahora la pregunta del millón: ¿ficción o denuncia? porque hay mucha información mezclada con el cuento y la verdad que te tengo que felicitar porque me pareció una genialidad.
Te mando un besote y cuidate de que no conspiren en tu contra!!!!!

Andrea Doria dijo...

Raramente en el mundo muchas noticias coinciden, y hasta aquí no he dicho nada. Pensaba en la teoría de acción-reacción... mercado de dinero, premios nóbel, variables macreoconómicas, investiduras..raramente coincidencias sin rostro. Pero aún nosotros somos afortunados, como yo en esta mañana leyendo está fantástica historia... y me pido ... una mesita para tres!!! ; )

Daniel Os dijo...

Al que le quepa el poncho que se lo ponga, Pau, diría en vez de llamar denuncia a un cuento.

Los datos que se leen ahí se encuentran también entre los textos técnicos de navegación aérea y las crónicas de algunas catástrofes. El pinger existe y cuántos naufragios hubo entre los siglos XV y XIX no se sabe a cabalidad, pero unirlos con una conspiración para recuperar con el oro es ficción pura… ¿no?

Te agradezco mucho los elogios, espero que no te metan en problemas.
D.

Daniel Os dijo...

Y en medio de la locura donde todo se negocia porque todo tiene precio, Andrea, me pregunto cuán pueril, o tal vez qué tan maduro, será recomendar bajar los niveles de alerta y proponerse llevar una cotidianidad más distendida… no se me ocurre en una ciudad, tal vez en un atolón.

¡Mesa para tres, camarero! pero sin mantel… quiero espiar qué ocurre por debajo.

D.

Steki dijo...

Bueno, yo no te voy a decir: qué bueno, Dany! porque no lo puedo leer. Es al p... Te tengo que leer desde casa y no desde el diario porque me es imposible. Así que no te mentiré! Pero bueno, siempre es grato saber que aquí se respira buena onda, amigooooooo!
Besote para vos.
STEKI.

Romina E. dijo...

Si bien hace poco que tome contacto con este sitio, realmetne me cargo de buena energia, así que por mis pagos le deje un PREMIO!
besos!

Daniel Os dijo...

¡Qué linda tu visita, Steki!
Debo aclarar que hay poco mérito personal, son personas como vos las que le ponen buena onda a este espacio.
Muchas gracias y otro besote enorme para vos también,
D.

Daniel Os dijo...

Ay, señorita Romina… me es inevitable leer la palabra pagos, recordar mis atrasos y que se me hiele la sangre.

Por suerte usted me habla de la buena energía y me ofrece un reconocimiento, por tanto acudo a sus pagos con suma celeridad… y no crea que en el camino no se me hiela la sangre.

Muchísimas gracias, de todo corazón.
D.

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