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16 de agosto de 2011

Que la Dejen Ir

El dolor de una madre reabre el debate de la muerte digna.

Pide que “dejen ir” a su hija Camila. Selva Herbón dice que la nena de 2 años “no oye, no ve, no habla, ni siente nada”. Para tres comités de bioética, su estado es irreversible. En el hospital le responden que sin ley no pueden desconectarla.

“Si la muerte está, hay que dejarla acontecer”. Lo dice Selva Herbón, la mamá de Camila. Su hija tuvo un problema en el parto (le faltó oxígeno y tuvo un paro cardiorrespiratorio del que salió tras 20 minutos de maniobras de reanimación). Las consecuencias fueron tremendas. Camila nunca respiró por sus propios medios.

No oye, no ve, no habla, no siente nada, no se mueve. No tiene conciencia de su existencia. Ya cumplió dos años y nada cambió. No hay ninguna mejoría, ni la más mínima. Sigue acostada en una cunita de un hospital, ajena a la vida. Sus padres quieren “dejarla ir”. Tres comités de ética dicen que su estado es “irreversible”. Pero los médicos no se animan a actuar. “Necesitamos una ley de muerte digna”, dice la mamá.

La muerte digna es uno de esos temas que incomodan. Esos que se discuten acaloradamente cuando un caso sale a la luz y luego vuelven a la oscuridad y el silencio. En la Legislatura porteña hay cuatro proyectos sobre muerte digna. En Diputados dos y en Senadores, uno. Quienes están en el tema dicen que hay muchos más casos de los que la gente cree. Pacientes en Estado Vegetativo Permanente. Hay familiares que necesitan visitarlos, tocarlos, hablarles, tenerlos ahí, cerca. Pero otros no, no toleran ese dolor. Ellos son los que, a falta de una vida digna, claman por una muerte digna.

“Camila está en Estado Vegetativo Permanente. Ya pasó más de un año en ese estado, es invariable. Según tratados internacionales, los padres tienen autoridad para decidir sobre la vida de sus hijos. En términos morales, tienen derecho a pedir que se acabe con su vida, pero en términos jurídicos en este país no se puede”, explica Beatriz Firmenich, filósofa y coordinadora del Comité de Bioética del Incucai. Ese comité se expidió sobre Camila: recomendó la “limitación del esfuerzo terapéutico”. Lo mismo concluyó el comité de Bioética de la Fundación Favaloro y del Centro Gallego. Para Firmenich, “esta nenita ya no tendría que estar viva. Estos casos no tienen que hacerse públicos, no tienen que judicializarse, tienen que quedar en la confidencialidad médica. Esto sucede todos los días y nadie se entera, y está bien que sea así. Es ayudar al buen morir. El encarnizamiento terapéutico es un contrasentido de toda moral y ética”.

Juan Carlos Tealdi, asesor en bioética de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, también dio su opinión sobre Camila: “Su estado es irreversible. Ya pasó más de un año recibiendo todos los tratamientos disponibles y no hay posibilidad de recuperar su conciencia. Solo queda que la familia acuerde con lo médicos. Y eso está avalado por consensos internacionales. Pero los médicos judicializan situaciones que no deberían , por miedo a ser demandados”.

Carlos Gherardi –especialista en Bioética, autor de numerosos libros sobre el tema– sostiene que “en los países más organizados, este es un tema médico. Acá hay una gran judicialización, y ésa es la muerte de los médicos. Lo que se debe hacer es seguir el camino que los familiares indiquen, eso es respetar el derecho de cada familia”.

Pero hay otras posturas. Carlos Pineda, director del Departamento de Bioética de la Universidad Austral, dice que Camila “es un ser humano que merece ser respetado. Su familia no la considera un ser humano y por eso pide que se la mate, como a los animales, que se los sacrifica”. Más allá de Camila, Pineda sostiene que no se debe empujar a nadie a la muerte: “En el juramento hipocrático los médicos juran defender la vida . Siempre hay que acompañar al paciente hasta que se muera naturalmente”.

El presbítero Rubén Revello, del Instituto de Bioética de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Católica Argentina, explica la postura de la Iglesia : “Ante la cercanía de una muerte que resulta inevitable e inminente es lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a tratamientos que sólo producirían una prolongación precaria y penosa de la vida, dado que existe gran diferencia ética entre provocar la muerte y permitir la muerte: la primera actitud rechaza y niega la vida, la segunda, en cambio, acepta su fin natural”. Agrega que “la línea de comportamiento con el enfermo grave y el moribundo deberá inspirarse en el respeto a la vida y a la dignidad de la persona; hacer disponibles las terapias proporcionadas, sin usar ninguna forma de ensañamiento terapéutico; acatar la voluntad del paciente cuando se trate de terapias extraordinarias o peligrosas; asegurar siempre los cuidados ordinarios (alimentación, hidratación) y comprometerse en los cuidados paliativos, sobre todo en la adecuada terapia del dolor”.

Fuente: Clarín

14 comentarios:

Claudia Sánchez dijo...

Desconozco en profundidad el caso Dany, pero sí, por supuesto que estoy a favor de la muerte digna. Es más, yo creo que los médicos, en el uso del buen criterio, pueden tomar algunas decisiones para que ni los familiares tengan que pasar por estas situaciones.
No hace mucho tuve el caso personal de un pariente muy enfermo, irreversible, octogenario, que vivía en terapia intensiva. ¿Para qué? Hasta que creo que los médicos se apiadaron de la hija que estaba consumida de ir y venir durante tanto tiempo, con su familia también mermada y le dieron el descanso final.
Debería ser ley.
Besos,

Susi DelaTorre dijo...

Morir, en ciertos casos, debiera ser más fácil que todo eso...
Imagino el dolor, el calvario y la pena de ver a tu ser querido llevando una vida estéril, cuanto más si es un hijo...

Seamos razonables.

Un saludo, Daniel!

Liberatrice dijo...

Hay tantos implicados en un caso como este, y tanta contradicción como poca explicación; que no sabría por donde empezar.
-Si, debería existir la eutanasia para evitar sufrimientos fisiológicos y también replantear el propósito del Juramento Hipocrático, tomando real conciencia de ello.

Mi mejor deseo para ese retoño
L

Malena dijo...

Una cosa es dejar de hacer esfuerzos por mantenerlos con vida y otra, matarlos (porque no nos engañemos, de eso se trata la eutanasia).

Recuerdo la película Mar adentro, que trataba el tema a través de la vida de Ramón Sampedro. Él quería morir, pero estaba tetrapléjico y no podía siquiera suicidarse. Terrible. Pero ¿tenemos que obligar al estado a convertirse en verdugo? No lo creo.

Por otro lado, tenemos casos como el de Camila.
2 años.
No puedo evitar pensar en mis hijos. ¿Qué haría yo si le pasara a ellos? No lo sé. Realmente no lo sé.
Pero sigo pensando que no se puede pedir a un médico o al estado que termine con la vida de ella. Que se le brinden únicamente los cuidados ordinarios me parece una solución adecuada.

Daniel Os dijo...

Estamos de acuerdo, Clau, con que una ley debería organizar los derechos que la sociedad necesita. No estoy seguro, sin embargo, de que la sociedad tenga resuelto que eso desea. La ciencia médica, los cambios sociales y la capacidad de un Congreso para legislar avanzan a distintas velocidades y quedan muchas decisiones a medio tomarse.

El debate es ético, qué es vida… y sin duda que es algo distinto a una maquinaria orgánica llevando sangre de órgano en órgano. Luego, qué es muerte… y seguro que no es la interrupción de lo que no era vida.

Un beso grande,
D.

Daniel Os dijo...

Boceteo, Susi, una posble futura idea de que la palabra muerte nos queda tan grande y que la asociamos tanto con conceptos antiguos como las fuerzas del Mal, que no conseguimos combinarla armónicamente con personajes que simbolizan todo lo bueno, como hijos y médicos.

Si digo “que se muera esa niña”, estaría pronunciando una de las sentencias más odiosas posibles… creo que nadie lo hará. Tal vez lamentemos su vida.

Un beso,
D.

Daniel Os dijo...

Luego de coincidir, Liberatrice, en que todos los de sentimientos sanos deseamos lo mejor, nos queda por definir a qué llamamos lo mejor. Acá es donde se nos ramifican los caminos.

¿Lo mejor es tener fe en que habrá un milagro sobre esa niña? ¿Lo mejor es que su cuerpo sea objeto de estudio para la ciencia? ¿Lo mejor es dar por finalizado el debate sobre la muerte digna y aplicársela?

A lo mejor estamos todos equivocados… pero de eso solemos enterarnos a destiempo.

Un beso,
D.

Daniel Os dijo...

Eutanasia es muerte, Malena, me gusta que lo digas así de frontal y sin eufemismos ni chicanas morales como la dignidad. Eutanasia es muerte.

Pero también muerte es certeza total de falta de expectativas de vida y a esa bebita de dos años no le espera nada mejor por delante, por eso no me recuerda a mis hijos, que son una piñata de promesas. Ellos, y seguramente los tuyos, sí son la vida… Camilita no.

Que ya no sufra su madre.
D.

Malena dijo...

Cuando hablaba de mis hijos, en realidad hablaba de mí como mamá. Debe ser terrible para Selva saber que Camila nunca se va a reir, jugar, caminar, escribir, decirle mamá.
La realidad también es que la nena no sufre. Ni siquiera eso puede. Sufre la mamá y el resto de la familia por ella.
Por eso usar la palabra "dignidad" es difícil. ¿De la dignidad de quién hablamos?

Es muy difícil emitir un juicio de valor en estos casos. Lo que creo es que debe ser una decisión de los médicos y la mamá. Realmente no creo que sea competencia del estado.


Y de mamá a mamá, a Selva no le puedo desear otra cosa que no sea paz, cualquiera sea la decisión que tome.

Daniel Os dijo...

Tengo la impresión, Malena, de que la decisión ya está tomada. Y no por Selva o los médicos, por la realidad. La realidad es que Camila no es una persona normal. Sus signos vitales y sus características humanas le endosan una batería de derechos y garantías que no permiten matarla. Pero para matarla primero debería tener Vida, y eso no sucede.

Su familia y los médicos también lo entienden así, pero si le interrumpieran el suministro de oxígeno e impulsos motores, les esperaría un laberinto judicial con posibilidades de prisión.

Tal vez esté más en paz velándola hasta que el círculo vicioso ciencia-ética-leyes se quiebre en algún punto.
D.

Chaly Vera dijo...

Ojala nunca tenga que tomar esa decisión!

Abrazos

Daniel Os dijo...

Ojalá, Chaly.
Un abrazo,
D.

MAR dijo...

Un tema difícil, si la desición de morir es propia no tengo problemas, si la eutanasia es pedida todo bien, pero tomar otra vida un tema difícil más aún sobre un hijo u otro ser querido...yo la verdad sin que me pidan expresamente NO QUIERO VIVIR MAS ESTOY SUFRIENDO...tal vez tuviese el valor de tomar una determinación sino creo qeu no y como dicen los demás Dios y la vida nos libre de que nos pueda pasar algo similar.
Mi corazón esta con esos padres qeu sufren y con la niña.
Un abrazo grande par ati.
mar

Daniel Os dijo...

Los casos extremos, Mar, lo son precisamente por tener que tomar decisiones extremas. Definitivamente es un asunto muy personal pero siendo que en muchos casos la decisión no se toma por uno mismo sino por otro, será bueno como masa ir pensando un patrón que las mayorías seguirían.

Mi propuesta es interrumpir una vida que no aporta más que en sacrificio para la familia e impotencia para la medicina.

Un beso lleno de vida,
D.

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