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1 de noviembre de 2010

El Árbol Generoso

(de Shel Silverstein)

Había una vez un árbol que amaba a un pequeño niño. Todos los días el niño venía y recogía sus hojas para hacerse con ellas una corona y jugar al rey del bosque. Subía por su tronco, se mecía en sus ramas y comía manzanas. Jugaban juntos a la escondida y cuando se cansaba, el niño dormía a su sombra.

Y el niño también amaba al árbol y el árbol era feliz.

El tiempo pasó, el niño creció y el árbol solía quedarse solo esperándolo. Un día, el árbol vio venir al niño.

–Vení niño, subite a mi tronco, hamacate en mis ramas, comé mis manzanas, jugá bajo mi sombra y sé feliz -le dijo.

–Ya soy muy grande para trepar y jugar -dijo el niño- yo quiero comprar cosas, divertirme. Necesito dinero. ¿podés darme plata o me voy?

–Lo lamento, -dijo el árbol- sabés que plata no tengo, sólo hojas y manzanas. Agarrá mis manzanas y vendelas en la ciudad… tal vez así consigas la plata que querés.

El niño se subió al árbol, arrancó todas las manzanas, las cargó en una cesta y se volvió a alejar. Y el árbol se quedó feliz.

Pero pasó mucho tiempo, el niño no volvía y el árbol lo esperaba triste. Hasta que un día regresó y el árbol agitó alegremente sus hojas.

–Vení niño, subite a mi tronco, hamacate en mis ramas, jugá bajo mi sombra y sé feliz -le dijo.

–Necesito una casa que me sirva de abrigo -le contestó el niño-, quiero conseguirme una esposa y tener hijos. Es una casa lo que necesito, ¿tenés una casa para darme?

–Yo no tengo una casa -le dijo el árbol-, mi hogar es el bosque, pero podés cortar mis ramas y usarlas para hacer tu propia casa. Entonces serás feliz.

El niño cortó todas las ramas, se las llevó y se construyó una casa hermosa. Y el árbol se quedó feliz.

Volvieron a pasar muchos años sin que el niño regresara, hasta que un día volvió a visitarlo… el árbol se puso tan feliz que apenas pudo hablar.

–Vení, niño -le susurró- acercate y jugá.

–Estoy muy viejo y triste para jugar -le contestó- quisiera tener un bote y navegar lejos de aquí, ¿vos tenés un bote para mí?

–Un bote no tengo -le respondió el árbol-, pero podés cortar mi troco y navegar sobre él, si eso te hace feliz.

El nino cortó el tronco, lo ahuecó y se hizo un bote. Navegó lejos y el árbol se quedó feliz… o quizás no. Volvieron a pasar algunos años hasta que el niño regresara a ver al árbol.

–Lo lamento, niño -lo recibió el árbol- pero ya no me queda nada para ofrecerte… manzanas ya no tengo…

–Mis dientes ya están débiles para manzanas -le contestó el niño.

–Tampoco me quedan ramas, ya no hay cómo hamacarse en mí.

–Estoy muy viejo para las hamacas.

–Ni el tronco me queda, niño, ¿cómo te vas a trepar?

–Estoy muy cansado para trepar -le contestó el niño.

–Quisiera poder darte algo… pero ya no me queda nada. Me he convertido en un viejo leño trunco en medio del bosque… lo lamento -dijo el árbol.

–Yo ya no necesito mucho ahora -respondió el niño- apenas un lugar tranquilo para reposar… estoy muy cansado.

–¡Fantástico! -dijo el árbol reanimándose- un viejo leño trunco es lo que necesitás para sentarte y descansar. Vení, niño, sentate sobre mí.

Y el niño se quedó sentado contemplando el bosque. Y el árbol se quedó feliz.






14 comentarios:

Romina E. dijo...

¿Soy la primera? Que raro que JUSTO cuando habla de árbol, no pasa nada por aquí...
Bueno, debo decirle que me quede conmovida al extremo...
Gracias por compartir este relato, aunque me queda la duda ¿con quién se siente mas identificado???
beso grande! Cante pri! JAJAJA

Epístola Gutierrez dijo...

Ante todo, gracias por postearlo traducido para los que no sabemos inglés.
Me gustó mucho. Me angustió un poco tanta generosidad del árbol ante alguien que no da nada. Pero lo comprendo y comprendo su felicidad.
Un abrazo.

miralunas dijo...

escuche..., puedo darle un abrazo y preguntarle si me deja sentarme a su lado en el umbral?
me ha cambiado usté este jodido martes, vea.

gracias por el cuento traducido- me ha permitido emocionarme sin ambagues viendo y escuchando el cuento!

Daniel Os dijo...

La primera, Romina, vaya calentando agua para café. Me parece que no me identifico con ninguno de los dos personajes… no me siento ni el que pide sin tener nada para ofrecer ni el que se despoja para intentar feliz a través de la felicidad ajena.

De todas formas es un cuento que me gusta mucho, hacía tiempo que tenía ganas de compartirlo por aquí.

Un beso grande,
D.

Daniel Os dijo...

Llega a molestar un poco la actitud del niño, ¿verdad, Epístola? Sin embargo algún que otro mensaje queda… al final el árbol fue feliz aunque mutilado y el hombre triste aunque haya poseído y despojado al árbol. Un cuento conmovedor del gran Shel Silverstein.

Un gran abrazo,
D.

Daniel Os dijo...

Venga, siéntese por acá que le hago lugarcito, Miralú. Mi hijo mayor tenía este cuento como uno de sus preferidos y el libro reapareció hace pocos días, mientras andaba empacando. Van pasando las etapas y el cuento adquiere otros significados… espero volverlo a leer dentro de unos años.

Le mando un beso grande,
D

antonia obiol y corcoll dijo...

Gracias, muy lindo relato...

Un beso
AOC.

Maga h dijo...

Mire, revoloteando por ahì, recièn comentaba con alguien esto de ir llegando a algùn lugar donde se respire descanso, tranquilidad.
Le decìa que por suerte en algùn momento uno deja de verse tentado por andar haciendo picadas sobre el mar.

Abrazo!!!

Marcela dijo...

Que hermoso relato. Me pregunto cual de los dos es más feliz en esta relación. Yo creo que es el árbol. Indudablemente su felicidad era hacer feliz al niño.
Beso.

deMónicamente dijo...

cuánta ternura en este relato. y cuanto dolor en eso de postergar la felicidad uno para hacer feli a otro!
me dejaste pensando en la vida!!
buen finde.
kisses

Anónimo dijo...

Nunca es tarde para amar.


un abrazo

MAR dijo...

Yo al final como árbol por ser ese niño viejo ya tan mal agradecido...le hubiese dicho ahora como no me disfrutaste mientras tenías vida, ahora te sirvo de madera para tu ataud.
Besos para ti y para el árbol.
mar

Mercedes Pajarón dijo...

No lo he podido evitar: el niño me ha caído como una patada en la boca del estómago. Me alegro de que al final no pudiera hincarle el diente ni a una sencilla manzana. Dar sin recibir y recibir sin dar no me acaban de convencer.
Ay, olvidé que sólo era un cuento, y ya se sabe, los cuentos, cuentos son...

Un beso y una manzana!

Daniel Os dijo...

Muchas gracias por sus palabras, Antonia, Magah, Marcela, Mónica, Tauro, Mar y Mercedes… espero no hayan interpretado mi ausencia como un acto de indiferencia. Los valoro mucho.

Muchas gracias,
D.

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