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16 de septiembre de 2009

Memoria Ancestral

Los tifones del año anterior habían diezmado la cosecha de cereales y la granja que alcanzaron a levantar con tan improvisados recursos fue derribada por los de este verano.

Liang Wu se iba a encargar de trabajar para recuperar lo que la naturaleza le había arrebatado y, para proteger a los más débiles de la familia de las enfermedades que trajo la inundación, envió a su anciano padre y a su hijo a establecerse en los suburbios de Jinan.

Jun cuidó de su nieto Kuan-Yin y durante el resto del verano se esmeró en reafirmarle los conocimientos en las seis disciplinas y la sobriedad con que debía aceptar sus nuevos retos. El primer día de clases cargó con los útiles y se dispuso a acompañar al pequeño hasta dentro del aula. La fresca y jovial Srta. Li Wen Qiu demoró amablemente el ingreso del anciano.

–¡Qué emoción volver a encontrar viejas caras en el nuevo año!

–Mi nombre es Jun Wu y éste es mi nieto Kuan-Yin Wu –prefirió no enfatizar que no se conocían de antes– venimos de Guangming.

Kuan-Yin participó activamente en la clase de Historia, y tuvo dos oportunidades de escribir su nombre en el fieltro oeste. Antes del almuerzo fue el primero en cruzar los brazos detrás de la cintura esperando nuevas instrucciones y a la hora de retirarse entregó a su maestra los pactos escritos que debía presentar al otro día. La Srta. Li Wen Qiu le sonrió a su aplicado alumno, a quien le pidió que le recordara su nombre.

A la mañana siguiente el abuelo sólo caminó hasta la puerta del colegio y dejó a Kuan-Yin que entrara solo al aula.

–¿Cuál es su nombre, jovencito? –lo detuvo una desmemoriada Li Wen Qiu.

–Kuan-Yin Wu, soy alumno nuevo en esta escuela.

–¿Y hoy viene por primera vez?

–No, Srta. Qiu, ayer asistí a clase.

–Entonces vaya a su aula, su maestra ya empezará en cualquier momento.

–Ésta es mi aula, Srta. Qiu.

–Dígame entonces su nombre que quiero verificar si se encuentra en el padrón.

–Kuan-Yin Wu, Srta. Qiu.

La tarde anterior había conversado con su abuelo sobre la falta de memoria de su maestra; que no recordaba su nombre y que no lo reconocía cuando pasaba un rato sin hacerse ver. Tras un largo silencio, el viejo recomendó respeto hacia su maestra, la excusó con que son muchos los alumnos a quienes reconocer y no es tarea sencilla al comenzar el año.
–“El tigre no cuenta la cantidad de crías que protege mas cela la ausencia de cualquiera de ellas”.
Kuan-Yin decidió seguir los consejos del anciano y se propuso reafirmar la memoria de su maestra a través de las buenas acciones. Durante dos semanas, sin descanso lijó y barnizó las defensas del gimnasio, entregó los pactos escritos con hasta dos días de anticipación, llevó el agua a todas las clases, preparó las formaciones de los Altos y escribió varias veces su nombre en los cuatro fieltros. Y cada noche escribía cartas a su padre en Guangming.

Como paga involuntaria al esfuerzo del niño, la Srta. Li Wen Qiu continuó confundiéndolo con otros personajes menos inspiradores del aula, cuando no llanamente ignorándolo.
–“Quien te educa para el bien te dará la oportunidad de caer siete veces, así te levantas ocho.” –lo tranquilizaba el abuelo.
El Día de Mesa, cuando el Superintendente General de Salas presenta oficialmente a las maestras con los tutores, Kuan-Yin asistió con su abuelo. Al ver llegar a cada grupo familiar, los funcionarios los ubicaban en las mesas del grado correspondiente, escoltando a la maestra. Kuan-Yin le insistía a su abuelo que le permitiera conversar con su maestra sobre la falta de cuidado sobre su trabajo y la frustración a que lo exponía.
–“Si vas a interrumpir tu silencio, que tus palabras causen mejor efecto” –atentó el viejo Jun contra el desborde de su nieto.
La Srta. Li Wen Qiu, por cortesía, se inclinó ante el viejo y se presentó como si nunca antes se hubieran visto. Jun, adivinando la intención de su nieto, lo detuvo dejando caer pesadamente sus párpados y apoyándole su palma sobre la frente, invitándolo a respirar profundo.

–Mi nombre es Jun Wu, Srta. Qiu, con mi nieto venimos de Guangming.

–Mucho gusto, Sr. Wu, ¿lo acompaña su hijo?

–El niño es mi nieto Kuan-Yin. Por sus virtudes y su esfuerzo debe ser el mejor alumno de la clase.

–Lo felicito por su descendencia, Sr. Wu, seguro que la maestra del niño ya lo debe haber recomendado para el Consejo de Partes.

–No lo ha mencionado aún, Srta. Qiu. “Cuando un clavo es el más grande del madero es el primero en recibir los golpes del martillo”.

–Déjeme entonces tomar nota que yo misma me encargaré, ¿cuál es el nombre del niño?

–Kuan-Yin Wu.

–¿Y de qué escuela viene?

–Venimos de Guangming, nuestro pueblo es muy pobre pero todos nos conocemos. El padre de mi abuelo fue un guerrero que en ocasiones repetía:
“Ni gen ben mei you nao, yong ni de xi gai xiang shuan le”.
Camino a la casa se detuvieron en el parque y compraron agua cítrica y turrones de sésamo y jengibre. Kuan-Yin, que había aprendido a dominar su impaciencia, le preguntó al abuelo qué consiguió de la Srta. Qiu.

–No mucho, mi querido Kuan-Yin, al menos logré transmitirle un pensamiento… memoria ancestral.

–¿Qué le dijo, abuelo?
–“Ya que de este encuentro se va a olvidar en menos de media hora, no quiero quedarme con las ganas de decirle que usted es flor de imbécil”.

31 comentarios:

Susi DelaTorre dijo...

He tenido suerte... encontrando tu relato justo antes de comenzar el día.

Me ayudará a levantar la niebla persistente.

Buena jornada para tí, Daniel Os;
espero no olvidarme de nada...

Saludiños!!

Claudia Sánchez dijo...

La verdad! qué bueno empezar el día de esta manera! es como una brisa refrescante.
Me encantó Danieloso!
Besos

Daniel Os dijo...

En una memoria sana, Lasosita, lo que se olvida era para ser olvidado… sin embargo ha pasado incontables veces que lo más importante se quedó afuera.

Que tengas un día digno de ser recordado.
D.

Daniel Os dijo...

Muchas gracias, Claudiña, sobre todo por la actitud positiva de dejarse refrescar con la brisa que llega luego del tifón.

Un beso grande,
D.

Anónimo dijo...

excelente manera de explicar que la sabiduria es mas por años que por otra cosa.

un saludo!

María dijo...

El capricho o la desidia enturbian a veces el cristal de la memoria.

Tal es así que en él puede llegar a desdibujarse el límite entre el recuerdo y el olvido.
Entonces, ambos pueden llegar a parecerse peligrosamente.

Agradabilísimo relato, señor saltamontes.

Daniel Os dijo...

Ojalá así sea, Sonia, y que estemos camino a la sabiduría y no a la decrepitud.

Gracias por tu comentario,
D.

Daniel Os dijo...

Así es María, aunque también algunas memorias no serán cristalinas ni luego de despojadas de todo vicio… hay gente imbécil, en otras palabras.

Ahora, que el recuerdo y el olvido pueden llegar a parecerse, no podríamos estar más de acuerdo. Ambas virtudes son el legado de la creatividad… recordar muchas veces no es más que escribir un cuento sobre cómo quisiéramos que fuera nuestro pasado.

Muchas gracias, honorable Sensei, por su comentario… lo mío fue más un recuerdo que un relato.
D.

☀Pau☀ dijo...

Me encantó el cuento.
Tenía un comentario para dejarte sobre la memoria pero me lo olvidé (naa, cuentos chinos).
Bueno, me voy a comer turrón de sésamo y jengibre con agua cítrica que dicen que eso hace muy bien para la memoria.
Divino tu cuento, como siempre!!!!

Sergio Vasilev dijo...

¡Muy bueno!

Todo: la geografía, la ambientación (fieltro oeste, que grande!), las frases de la sabiduría. Dan ganas de salir corriendo a verificarlas (como me pasa con "Jorge Luis").

Saludos!

Daniel Os dijo...

Visitando irregularmente una academia relacionada con algunas disciplinas Shaolín, Pau, me enteré de que la ingesta de jengibre otorga estímulos físicos aunque no relacionados con la memoria… confiemos en el Sensei.

Buen estímulo para la palabra son reacciones como la tuya. Muchas gracias por el comentario.
D.

Daniel Os dijo...

Verifique si necesita, estimado Tavo, no tanto por aceptar el reto sino porque me honra que la lectura de mis letras conduzca a lecturas superiores.

Y antes de caer en el desengaño, protejamos la memoria del viejo don Jorge Luis… que se revolvería en su tumba de enterarse que sus textos fueron comparados con los míos.

Gracias, sin embargo, por tan extrema opinión.
D.

Belmondo dijo...

Aunque este blog sea un rejunte de lo que la memoria aún no ajustició, veo que la memoria ya ajustició al chinito. Es un gusto leerlo.

Daniel Os dijo...

Fíjese, Belmondo, que la justicia de la memoria es bastante particular… cuántos recuerdos quisiera olvidar o cuántos seres memorables pasaron al olvido.

Los que habitamos el olvido de las masas algún día seremos recordados con nostalgia, esa es una bonita retribución.

Gracias por leer lo que aquí se intenta recordar.
D.

Romina E. dijo...

Primeriza por estas tierras, interesante cuento, me reí mucho con él.
Debo reconocer que sin llegar a la imbecilidad de la maestra mi memoria es bastante caprichosa ;oP
Me gustó lo q encontre por aca, asi que lo sigo
beso grande!

Daniel Os dijo...

Bienvenida, Romina, a estas tierras donde nadie es del todo primerizo, o a lo mejor todos lo somos.

Lo bueno de la memoria caprichosa es que al menos no es culpa de uno… en cambio la memoria selectiva transita de la imbecilidad a la crueldad sin mostrar pasaporte.

Ojalá tu visita no sea sólo un buen recuerdo.
D.

ade dijo...

- Daniel, se puede dominar la impaciencia, o es puro cuento chino? Ojala no sea un cuento. Me gusto el jengibre y las semillas de sesamo, hay un sabor delicioso por aca. Besos. Ade

ade dijo...

- Daniel, se puede dominar la impaciencia, o es puro cuento chino? Ojala no sea un cuento. Me gusto el jengibre y las semillas de sesamo, hay un sabor delicioso por aca. Besos. Ade

Daniel Os dijo...

Absolutamente, Ade. Se puede dominar la impaciencia y cualquier otra emoción. Por supuesto que lo que se controla es la conducta y no el tenerla. Varias civilizaciones le han dedicado mucho pensamiento al tema de dominar las pasiones, por manotear dos que se me ocurren en el momento citaría al Shulján Aruj o el Kung-Fu Shaolín.

Ahora, controlar la pasión por el turrón de sésamo no es tan fácil…

Un beso grande,
D.

ade dijo...

-Daniel, totalmente de acuerdo, la pasión por el turron es icontrolable. Besos. Ade

Daniel Os dijo...

Ja ja ja… No creo pero tal vez este aliciente sabor sésamo mitigue la impaciencia.
D.

Maximiliano De Pietro dijo...

No pude evitar sonreirme.... Muy bueno. Muchas gracias.

Un saludo

Maxi

Daniel Os dijo...

Siempre me sorprende, Maxi, cómo a través de la palabra se puede generar sensaciones en otras latitudes… Esto invita también a ser un poco más cauteloso.

Le agradezco mucho su comentario, no quise evitar sonreír al leerlo.
D.

Danira dijo...

Me gustó mucho el cuento.
Gracias por pasar, y estaré por aquí de nuevo pronto, leyendo.



Un saludo grande

Tereza dijo...

Gracias por pasarte por mi blog, me gustó mucho el cuento, como para aplicar las enseñanzas del abuelo en mi dia.
Saludos

pájaro pequeño dijo...

me gustó !

Daniel Os dijo...

Me alegro mucho, Danira, que te haya gustado. También me alegra tu visita.
Volvé cuando quieras.
D.

Daniel Os dijo...

Espero, Tereza, que no vayas a usar del abuelo la enseñanza de insultar a las maestras… aunque en realidad no siempre es mala idea.
D.

Daniel Os dijo...

Gracias, Sofía.
Trataremos de que siga ocurriendo.
D.

Anónimo dijo...

Il semble que vous soyez un expert dans ce domaine, vos remarques sont tres interessantes, merci.

- Daniel

Daniel Os dijo...

Remercie de leurs mots,
D.

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