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12 de noviembre de 2009

No Te Enojes

–No podés quedarte así tan inmóvil, decime algo aunque sea. Voy a olvidar todos los insultos sólo porque sé que sos una persona agradable y seguro que estabas nerviosa… se te veía alterada. Quiero que te levantes y me mires a los ojos, voy a volverte a pedir que salgamos a caminar y que nos sentemos en algún lugar a tomar un cafecito. Pero esta vez contestame que sí y no te apuñalo, ¿estamos de acuerdo?

Vos no sabés del sufrimiento con que pagué por atreverme a soñar. Yo todavía no trabajaba en este hospital… era chico, no un nene… un adolescente, albergaba en mi corazón algunas utopías y quería llevar paz de un lado al otro del muro. No sabía bien lo que estaba haciendo pero las cosas se dieron tan fáciles que no se me ocurrió parar un instante y pensarlo dos veces.

Prometeme que no te vas a morir así te cuento todo… no estés enojada conmigo. A mí me gustaba volar, pero no eso de andar con los pies lejos de la tierra; pilotear aviones de verdad. Había hecho el curso de piloto y un día en el aeropuerto de Uetersen me alquilé un Cessna 172B y tracé una ruta que terminaba en Malmi, el aeropuerto de Helsinki, después de una escala en Reykiavik. Ya cuando estaba en Islandia me retumbaba en la cabeza el capricho de que no se pudiera pasar al lado soviético. No conseguía entender que estuviera prohibido cruzar de allá para acá o de este lado para el otro. En el cielo no se veía diferencia entre las nubes comunistas y las democráticas, era absurdo volar tan libre y pegar la vuelta sólo porque del otro lado se vivía un estilo de vida diferente. Me preguntaba porqué no habré sido un pájaro y volar sin el Atlas de la OTAN y el Pacto de Varsovia tatuados en mi mente. ¿Por qué la razón de los hombres tiene fronteras tan estrechas?

Qué irónico es que vos seas la enfermera de esta guardia y que yo no tenga a quién pedir que te auxilie, pero en dos minutitos alguien va a atenderte. ¿Duele? perdoname, por favor te lo ruego, relajate y controlá la respiración. No sabés qué sensación de paz tenía allá en el aire, nunca había sentido mi alma tan llena de oxígeno en la tierra. No sé cómo me enteré que justo ese día, 28 de Mayo, era un día feriado para la patrulla fronteriza. Cumplían la guardia unos gendarmes novatos, que tendrían unos diecinueve años… como yo… no sé si estaban muertos de frío, de miedo o bien macerados en vodka… pero ni se dieron cuenta de que crucé. No lo podía creer, mi amor, ¡crucé la Cortina de Hierro! Sentía una emoción y una alegría tan grandes que grité como loco, necesitaba cruzar miradas con alguien como cuando gritábamos los goles del Kaiser. Después ya estaba jugado, cuando uno ya ha cruzado la mitad del río más conviene llegar a la segunda orilla que volver a la primera. Se me ocurrió descender tanto como me era posible para no ser detectado por los radares y empecé a divisar las vías del tren. Me imaginé que siguiéndolas llegaría a Moscú.

Recién ahí caí en la cuenta de en qué me metí. Sentí por la espalda que me recorría un frío como si me atravesaran con un cuchillo… uy perdoname la comparación, qué tarado soy… me temblaba todo el cuerpo, en especial el estómago; quería estar con mi mamá y abrazarla fuerte buscando protección como cuando tenía cuatro años. Pero en unos segundos tuve que sacar hombría de donde no tenía y decidí aterrizar en un lugar público. Sólo si mi aterrizaje era una vergüenza pública para el bloque oriental, la prensa internacional me iba a salvar de que la KGB me desapareciera. Vi el Kremlin desde el avión y no lo podía creer, tan majestuoso como en las fotos, tan embajador de la grandeza rusa en el mundo y tan chiquito bajo mis pies.


Quise aterrizar ahí mismo pero no encontré lugar y seguí descendiendo hasta la Plaza Roja… con más de cien metros de ancho pude encontrar un espacio donde no hubiera tanta gente. Igual cuando toqué tierra y detuve el avión me rodeó una muchedumbre confundida, como si disfrutaran culposos de que burlé el espacio aéreo de su país. Me sentía responsable de que por mi culpa ocurriera algún accidente, ¿quién puede imaginarme tratando de matar a alguien, si lo único que quería era contagiar esa paz que se siente donde no hay fronteras?


No, linda, no me mires con cara de que no sé lo que estoy diciendo. A vos tampoco te quiero matar, sólo quiero que sientas mi amor pero te empecinás en ignorarme y no puedo compartir con vos todo lo que siento. ¿Pensás que me ofende que te digan que Mathías Rust es un desquiciado? Han dicho cosas mucho peores que esas de mí; que era un inconsciente, un tarado, un chiquilín iluso que confundía alas con libertad, un contrabandista de armas, un espía del gobierno de Bonn, un agente de Gorbachov que le daría una buena excusa para reemplazar al Ministro de Defensa y al Comandante de Defensa Anti-Aérea por otros que apoyaran al glásnost. ¿Sabés que por mi culpa más de dos mil personas perdieron su trabajo en el gobierno? Yo no quería nada de eso. Más bien quería que mis viejos se pusieran orgullosos de mí, convertirme en un abanderado de la paz o conseguir que alguien como vos me aceptara un café.

Pero no, me condenaron a cuatro años de trabajos forzados y me apartaban a salitas más chicas que ésta donde me interrogaban durante de veintidós horas de corrido… y encima tengo que agradecer que por el escándalo público no me pudieron torturar. Mis viejos venían cada dos meses a verme pero no era precisamente orgullo lo que sentían por mí. Todavía me acuerdo de la mirada de rabia de mi papá y me duele más que el miedo a los oficiales de la KGB. A mi mamá la hice sufrir mucho, no creía en las garantías que el gobierno ruso le aseguraba que me otorgaban y, con tantas visitas, quedaron económicamente devastados.

Ahora cuando se enteren de que te acuchillé los pierdo para siempre, lo único que me falta es que te mueras. Ahí sí que no te perdono, porque las cosas que me dijiste son irrepetibles, me heriste gratuitamente sólo porque alguien te dijo que estoy loco, ¿se te ocurrió en algún momento preguntarme cómo me podía sentir yo? Pero todo eso lo puedo olvidar… lo que no puedo dejarte pasar es que me vayas a convertir en un asesino. Mis viejos no soportarían también eso. No te mueras, quereme.

Mirá, ahí afuera se acercan a toda velocidad camilleros bien equipados, médicos que te van a salvar de mi desborde y unos tipos de azul para los que no tengo excusas. Dejame que limpie un poco porque me mata de vergüenza que vean el reguero de sangre que dejé acá. Ahora seguro que nos llevan a cada uno a otro lugar y acá se acabó todo.

La gente no puede entender que a veces la vida es una aventura que la dicta el corazón. Mi único delirio fue querer paz y amor… que mi vuelo fuera una llave para la paz y que vos no me rechazaras, pero todo esto es como si me hubieran clavado un puñal.


“No me pidas que no sea un inconsciente” - Andrés Calamaro






36 comentarios:

Sergio Vasilev dijo...

Me moviliza...

De la cuchillada dice en un reportaje: "I asked whether she wanted to go out with me, but she started to curse and offend me. It caused a blackout. I ended up injuring her with a knife I had on me. I can't really remember what happened.
I later worked out with the psychologists that my encounter with her must have triggered off something. I'm a peaceful person, but all the anger and aggression that was stored up came pouring out."

Siempre son interesantes esos días de furia. Hay caprichos de ser belicoso y caprichos de ser pacifista, no es otra que la realidad la que trastoca y derriba al caprichoso. Si estuviera enfermo... este mundo estaría lleno de indulgencia.

Abrazo!

Daniel Os dijo...

Es impredecible, Tavo, saber qué desata la furia de un desconocido. Será aconsejable no someter a nadie a demasiado rigor.

Si se tratara de una historia de furia, me parece curioso cómo manejó su sorpresa el pretendido pacifismo del glásnost… con dos mil amigos reemplazando en el poder a sus opositores.

Que gobierne su ira y disfrute su calma. Gracias por sobrevolar estas plazas.
D.

Jove Kovic dijo...

Me ha provocado una reacción extraña su relato: un deseo incontenible de visitar el Kremlin. Claro que hubiera sido mucho peor un deseo incontenible de acuchillar a alguien, ¿ verdad?

Daniel Os dijo...

Con sólo que no desee acuchillar a nadie, Jove, este relato me pone en ventaja por sobre autores admirados, como Salinger.

Ahora, si no merma su interés por visitar el Kremlin, ningún momento histórico podría más propicio que el actual… ya las leyes no le bajarán una cortina de acero frente a su cara y el cambio de moneda lo sitúa en posición de acaudalado.

Gracias por elegir nuestra aerolínea,
D.

antonia obiol y corcoll dijo...

Cuando el amor no entra con palabras una acuchillada entre lo grave y lo letal podría, por lo menos, dejar una marca...aterrizar en pleno Kremlin es solo turismo; y los papás siempre piensan mal de uno, dificilmente cumplimos con el sueño de los viejos, al final nos quieren a punta de resignación...

Grandes saluditos estimado Mathias Rust

☀Pau☀ dijo...

Me encanta cómo escribís!!!!!!
Me imagino a la chica tirada en el suelo y el chico arrodillado al lado hablándole a ella saltando de una emoción tierna a una violenta, llorando, riéndose y negando que está loco.
Me parece un monólogo de teatro fuertísimo y una forma muy inteligente de contar una biografía.
Me dejás con ganas de saber más de Matías Rust.
Un besito, maestro!!!!!

Daniel Os dijo...

Se me ocurre, Antonita, iniciar una campaña que haga que los adolescentes acuchillen a sus padres para lograr que los amen o que se mueran sin necesidad de resignarse.

Bueno, un tanto desquiciado… tal vez sea la influencia del amigo Rust…

Cuerdos besos,
D.

Daniel Os dijo...

Muchas gracias, Paulita, por tanta exageración. Sin embargo acepto que me consigas un empresario que lleve el relato al teatro… más que nada para ver cómo se las rebusca para aterrizar un Cessna en un escenario oscuro de seis metros cuadrados.

Pero con respecto a saber más sobre este frustrado libertario, lamentablemente no hay muchas biografías sobre él y varias de ellas parecen compartir la misma fuente. Por amor a las teorías de conspiración no se me ocurre que su vida no sea tan interesante como para llenar bibliotecas sino que su hazaña fue involuntaria y su imagen no concuerda con la ideal del héroe que persiguen los historiadores oficiales.

Un beso también para usted,
D.

Maga h dijo...

Excelente Daniel Os!! Excelente.
Sensaciones y razones encontradas al leerte. Inteligente manera de amar la locura, de darle razones que la razón no entiende.
Mi admiración.

De una hormiga a otra hormiga ( o se dice hormigO?)

MAGAH

Daniel Os dijo...

Me aterra la locura, Magah, tal vez más caer en ella que sufrir los embates de la ajena. Pero ¿por qué cada vez que una persona se atreve a lo prohibido o está dispuesta hasta a silenciar a otra sólo para ser escuchada tiene que ser desde los extremos de la falta de razón?

Estamos todos locos.

Gracias por visitar este hormiguero,
D.

Susi DelaTorre dijo...

Hola, Daniel!

Magistral manera de seguir una línea de pensamiento loco, de razonamientos con bases alteradas, que incluso, has conseguido enlazar con ternura, hasta que el personaje parece comprenderse en el mirar de la enfermera que agoniza.

Disculpas que se expanden en los porqués y en los actos irracionales.

Qué estupendo relato! Una recreación que me ha mantenido en vilo durante su lectura.

Felicitaciones y un gran abrazo, Daniel!

NERIM dijo...

Maravilloso escrito y revoltijo de emociones!!
Cómo será el hombre para no poder evitar pasar del lanto a la risa, de la ira a la calma, del entendimiento a la más absoluta locura....
Yo no lo sé, pero quizá leyendo tus historias aprenda un poco más.
Me encantó.
Un abrazo!!

Daniel Os dijo...

No creas, Lasosita, que no me altera un poco descubrirme interpretando a un hombre en medio de un momento desequilibrado, adoptar la primera persona y seguir creyéndome cuerdo.

Me amparo en que se trata de ficción y me devuelven la calma comentarios tan generosos como el tuyo. Muchas gracias.

Un beso grande,
D.

Daniel Os dijo...

Francamente, Nerim, no se trata de un hombre normal. Ningún profesional afirma que Mathías Rust sea un loco y creo que eso es lo que más conmueve de su vida. Un tipo normal que puede perder la razón y cometer un crimen… pero en el fondo sigue siendo un humano normal con su mochila cargada de emociones.

Sentite muy bienvenida por estos lugares pero te recomiendo tener menos fe en encontrar aprendizajes entre estos textos.

Un beso,
D.

Steki dijo...

A la merda! La razón se puede perder así, en un tris. La mente humana es tan impredecible...
Espero no encontrarme nunca con un impredecible, jeje.
Querido, para cuándo tu libro?
Besote de finde.
STEKI.

Daniel Os dijo...

¿Libro? ¿Talar árboles para convertirlos en papel y ponerlos a juntar polvo en las librerías? …Ok, acepto!

Me estás haciendo perder el equilibrio mental, Steki, te salvás que no ando armado.

Un besote grande y muchas gracias por tu comentario tan cariñoso,
D.

Marcela dijo...

Volar por medio mundo y aterrizar en la plaza roja (demostrando, de paso, que endebles son las fronteras) y acuchillar a alguien (demostrando, de paso, que endebles somos) son cosas que pueden no decidirse y suceder igual. Al menos a algunas personas (no quiero decir a todas para no generalizar, que es tan feo). O sea, en un momento estamos aquí, y un instante después estamos rodeados por la KGB o con el cuchillo sangrando en nuestra mano. Los días son impredecibles.

SILVIA dijo...

La razón va y viene amigo mío. Pero la locura, gracias a dios, nos acompaña siempre. Y bendita sea!!
Gracias por tu visita a mi pequeña vía. Me gustó especialmente tu rinconcito, así pues y con tu permiso, te enlazo y te sigo.
Besos!!!

Sara Ham dijo...

Uno de los relatos mas cuerdos que leí en los últimos tiempos. Me encantó!!!

Daniel Os dijo...

Así son las cosas, Marcela, y en cualquier momento puede cambiar el viento y hacernos aterrizar donde jamás lo haríamos en pleno uso de nuestras facultades. Los días son impredecibles y de la locura no está nadie a salvo, pero cambiar una ruta de vuelo o andar con un cuchillo encima me huele a premeditado.

¿Buscaría prensa nuestro amigo?
D.

Daniel Os dijo...

Bienvenida, Silvia, a este espacio al que no le ponemos mucho más que cariño. Que la locura la acompañe entonces… pero la locura, no la insanidad.
D.

Daniel Os dijo...

Muchas gracias, Sara, por darle cuerda a las razones irracionales.
D.

Mercedes Pajarón dijo...

No sé qué me gusta más, si tu originalidad, la calidad literaria de tu texto, o el enfoque psicólogico. ¿O serán las tres cualidades juntas?

Daniel Os dijo...

Muchas gracias, Mercedes, por desenvolver tan elogiosos calificativos para esta ensalada de palabras y emociones.

Es un gusto muy grande tenerte por aquí.
Un saludo afectuoso,
D.

Capitan de su calle dijo...

Muy bueno... muy movilizante de verdad. Que manera de justificar lo que en primera persona debe justificarse hasta el final y que trasfondo crudo pero mas que cierto.

Me gustó che, felicitaciones.

MAR dijo...

Me gusta tu Blog y tu onda...volvere encantada.
Besos para ti.
mar

Daniel Os dijo...

Te agradezco mucho, Pablo, lamentablemente me quedo con el sinsabor de que cuando una hazaña queda eclipsada por las acciones criticables de un humano normal, se devalúa el respeto por la persona y por la hazaña… cómo no va a perder la razón así uno…

Un abrazo fuerte,
D.

Daniel Os dijo...

Cuánto halago, Mar, me ruborizo un poco pero muchísimas gracias. Vuelva cuando lo desee que es muy bienvenida.

A sus orillas,
D.

Le Fay ʚïɞ dijo...

No se como llegue a tu blog pero me encnata! si me lo permites te sigo :)

yo no perdono a mi marido por no llevarme a Rusia cuando viviamos en Inglaterra... tan cerca y cruzado el charco y no quiso ir... y si le hubiera acuchillado??... jajajaja
un beso

http://siabysusescritosdelalma.blogspot.com
http://miyoymisamores.blogspot.com

Daniel Os dijo...

Perdónelo a su marido, querida Siab… pobre hombre, tan fascinado con los contrastes londinenses; el rock británico, los coches conservadores y el ancestraje celta, que no merece ser apuñalado por no atrevérsele a lo oscuro que cubrían las nieves moscovitas tras la cortina de hierro.

Guarde su cuchillo y sírvase del samovar el té de las cinco en punto.
D.

Silvio dijo...

Un abrazo a la distancia de quien lo admira, y sigue en silencio su trabajo, camarada.

Ya volveré a su debido momento, que no es este, por supuesto.

Daniel Os dijo...

Yo sí creo que éste es su momento, queridísimo Silvio, ¿si no, cuál?

Vuelva cuando lo desee, será tan bienvenido en silencio como a viva voz.

Un fuerte abrazo,
D.

antonia obiol y corcoll dijo...

Estimadisimo:
Anoche vi una pelicula que te podria gustar: "Tetro" Actuada y diriguida por Vincent Gallo y producida por Francis Ford Coppola y filmada en Argentina...

Unbeso

Daniel Os dijo...

No le vengo siguiendo la carrera detenidamente a ninguno de los caballeros mencionados, queridísima Antonita, sin embargo tratándose del viejo Coppola y viniendo de usted atenderé el consejo… una oferta que no puedo rechazar…

Besos!!!
D.

María dijo...

Este comentario puede resultar casi tan molesto e inoportuno como una pequeña caquita de mosca en el monitor...

Pasé sólo a asombrarme.

Lo único que atino a decir es "¡Caray!"

Daniel Os dijo...

¿Molesto e inoportuno, María? Más bien reafirmaré cuánto aprecio sus comentarios.

Y haré propio su oportuno "¡Caray!" No deja de avergonzarme cuánto el monólogo de un insano se intersecta de a ratos con la realidad de los sensatos… hay verdades que si fueran ficción las negaríamos por exuberantes.

Disculpe las molestias,
D.

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