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20 de noviembre de 2010

El Viaje

Desde los inicios de la humanidad, a veces por mandato topográfico o meteorológico, pero muchas más por propia voluntad, el hombre abandona el sitio al que es común para encontrarse, aunque más no sea transitoriamente, en otro.

Amenazas de volcanes, migraciones hacia tierras más fértiles y éxodos masivos nutren los libros de historia, pero los relatos de Marco Polo, de Colón o de Gulliver dejan entrever tanta fantasía como realidad, porque viajar es la oportunidad de combinar lo imaginario con lo posible, es el desquite del hombre a su frustración anatómica de cumplir el sueño de levantar vuelo.

Hasta en nuestros días, la respuesta que arrasa en las encuestas acerca de qué hacer con una inesperada fortuna, es viajar. La Gran Muralla o el Partenón pueden ser la fijación de dos vecinas que fantasean mientras baldean la vereda. Programas de viajes en televisión y folletos de agencias de turismo no se escapan al ojo del curioso. Fotos de Yucatán y del Muro de los Lamentos mitigan el horror en las salas de esperas de los dentistas.

No caben dudas de que el deseo de viajar está en la configuración de origen del ser humano, sin embargo algunos prefieren renunciar a aceptar el llamado de su naturaleza nómada y encontrarle razones a los viajes. Los lectores de pósters para adolescentes dirán que viajan para reencontrarse con sí mismos y los que se regocijan con todo tipo de victorias se apurarán a refutar que para eso no era necesario atravesar el océano.

Mi amigo el Loro se encuentra a sí mismo alcanzando estados superiores de la mente entre las estaciones L. N. Alem y Paso del Subte B. Le creo cuando confiesa que, sentado o parado, el sopor se le torna meditación y a través de la contemplación de la negrura de los túneles, el compás de las ruedas al pasar por las juntas de las vías, el vaivén rítmico y el olor a humedad y máquinas, consigue resolver enigmas ancestrales, ingeniar los más exitosos negocios o enamorar a la morocha adormilada junto a la ventanilla. Esos alumbramientos de sabiduría absoluta, repentina y fugaz nunca los va a compartir con nadie y preferirá distraer la atención exagerando comentarios sobre la señorita avistada o invitarnos a un sandwich de tortilla de papa en figaza árabe al concluir su próximo recorrido. Para aquellos que hemos visto al Loro durmiendo y que lo hemos visto viajando en subte, sabemos que es verdad que entra en trance.

Las razones por las que uno viaja están en el sitio elegido para el periplo, es decir que uno va a encontrar exactamente lo que buscaba, aunque tenga que mentir para corroborarlo públicamente. Cuando una persona viaja a la India espera volver cambiado. Y vuelve cambiado. No es que cenar en Nueva Delhi transforme la línea de pensamiento y el estilo de vida del viajante sino que el que quería ser influenciado por una cultura diferente lo consigue tanto en la India como en Villa Carlos Paz.

Con el mismo criterio que liga a las razones con el lugar a visitar, es fácil denotar el objetivo del viaje de tres amigos varones que salen solos por una quincena a Brasil. Así como nadie visita Beirut en busca de aventuras amorosas, las playas de Río de Janeiro no atraen en masa a arqueólogos ni a afinadores de contrabajo. Lógicamente, aunque la sociedad los obligue a regresar con anécdotas erógenas, es posible que sus objetivos no hayan pasado de apreciar visualmente las cualidades estéticas de las lugareñas. Sin embargo contarán sobre romances apasionados y promesas canallas de amor que han proferido sabiendo que no cumplirán.

Es que ahí está el objetivo real del viaje: el regreso.

Un viaje no se consuma hasta que no se vuelve al punto de partida para divulgar los detalles de la odisea. Todo es válido; que la gente era amable, que el frío era espantoso, que la comida era distinta, que las camas eran más angostas o que las nubes eran más voluptuosas, ratifican la necesidad de culminar el viaje con las conclusiones finales.

También son válidas las conclusiones de lo que se ha sentido, más allá de dónde ocurrió. Para unos el recuerdo del viaje es el de haberse manejado bien en una lengua ajena, para otros haber extrañado o no haber querido jamás regresar. Los diarios de viaje no son nunca una bitácora para futuros viajantes, más bien son el álbum de fotos de las sensaciones. Un tobillo torcido en República Dominicana es un hecho menor hasta que se convoca al ungüento mentolado de la abuela. Darle un descanso a los pies en la Puerta del Sol significa que habíamos caminado juntos por horas y que sólo nos teníamos el uno al otro, teníamos todo lo que queríamos.

Desde la fantasía de viajar por el tiempo, hasta la posibilidad de pasar un domingo en Montevideo el viaje no es haber viajado sino hasta estar de vuelta. Llegar a casa, encender las luces, darse una ducha, meterse en la cama de uno, mirar un programa viejo de televisión, ignorar al libro que sigue esperándonos sobre la mesita de luz, decidir no atender el teléfono y quedarse quieto bajo las sábanas es estar de nuevo en casa. Cuando se sienten todos los músculos distenderse, antes de quedarse dormido, los recuerdos del viaje son dulces y se suporponen uno sobre otro, se interrumpen inquietos pero igual nos dejan dormir. Hemos llegado, hemos viajado.

30 comentarios:

deMónicamente dijo...

así como lo planteaste...coincido con tu descripción.
adoro regresar a casa, luego de ir aunque sea hasta capital...y aunque las vacaciones sean lo más esperado del año, no existe lugar en el mundo, mejor que mi hogar.
buen post...reflexivo e interesante.
gracias por pasar a visitarme.
andaré cerca.
buen finde.
kisses

Daniel Os dijo...

Ahí cuando se nos pasa la adrenalina, Mónica, se nos quita lo aturdido y los kilómetros decantan dentro de uno y se asientan… ahí, en casa, es cuando nos damos realmente cuenta de qué se trató el viaje.

Hasta la próxima estación,
D.

Jorge Arbenz dijo...

Subrayo, destaco y coincido plenamente con tu referencia concreta a los viajes a la India y sus efectos. Aunque a mí me parecen una muestra lacerante más, de nuestra banalidad colectiva.
En cuanto al argumento general del texto, me parece indiscutiblemente cierto desde el punto de vista teleológico y, desde el punto de vista de la estética literaria, espléndido. Me has brindado un gozoso momento como lector tuyo. Y te doy las gracias, amigo mío.

Daniel Os dijo...

Yo no sé, Jorge, si se trata de banalidad. Puede que sí, pero tal vez sea sólo una profunda desazón que ya es símbolo de estos tiempos.

Muchos de los insatisfechos permanecen inertes, otros apenas identifican su pesar y viven lamentándose. Pero dentro de los que sí hacen intentos por resolver, algunos se van a la India y otros al Praga o a los parques temáticos de Disney. Y todos volverán... y también a estar insatisfechos.

Muchas gracias por tu comentario, es un placer muy grande.
D.

Marcela dijo...

Dicen que no es lo mismo ser viajero que turista. Y creo que eso, qué es lo que queremos ser cuando viajamos, es la primera diferencia sobre que clase de viaje vamos a realizar o como lo vamos a vivir. Lo que el turista ve no es lo mismo que lo que ve el viajero.
Me encantó este escrito. Mucho.
Un beso.

Daniel Os dijo...

El precio es el mismo, Marcela, lo que cambia es el valor. Encariñarse y amar… comer y cenar… informar y enseñar… son distintas maneras de involucrarse con una misma experiencia.

Pasear y viajar no es distinto… tendrá que ver con si uno pasó por un país o si ese país pasó por uno.

Gracias por tu huella,
D.

Claudia Sánchez dijo...

Sí señor, coincido plenamente en que los viajes son transformadores. Nunca es la misma la persona que se va que la que vuelve. Aunque algunas vuelvan encontradas y otras perdidas, irremediablemente.
Entre paréntesis, usted no anda programando ningún viajecito por estos tiempos?
Besos veraniegos,

Daniel Os dijo...

Incluso aquellas personas que vuelven perdidas de sus viajes, Claudiña, dan muestras de que hubo un cambio en sus vidas. Lo previo al viaje no estaba en equilibrio… aunque el resultado no fuera las claves para la reconstrucción sino el derrumbe.

Con respecto al plano personal, la respuesta livianamente podría ser un sí… pero en realidad no estoy próximo a un viaje sino a una reestructuración de tal magnitud que también incluye nuevas geografías.

Besos saliendo del verano, y también camino al verano.
D.

Fete dijo...

Bueno es discutible, que tipo de prioridades tenemos ahora en nuestros viajes? Desde que punto los vivimos? Una cosa es hacer turismo otra diferente (Para mi) esviajar y querer conocer otras culturas.
Muy buen post Daniel.
Saludos.

Yemaya dijo...

A mi personalmente, los viajes que he hecho me han aportado muchas cosas, muchas sensaciones, muchas vivencias que disfruto y saboreao a través del tiempo.
Genial tu escrito.
Besos y susurros muy dulces

Daniel Os dijo...

Así es, Fete, y tal vez no sólo se trate de conocer otras culturas sino de vivir experiencias que nos son inéditas y ponerlas a reaccionar en nuestras vidas luego de saber cómo repercuten en nuestro interior.

Un viaje hacia uno mismo es una exploración que no se vende en las agencias de turismo.

Un abrazo,
D.

Daniel Os dijo...

Qué bueno, Yemaya, que hayas tenido esa posibilidad pero, fundamentalmente, que hayas también podido sacarle provecho.

Un beso,
D.

Liberatrice dijo...

Hola Danielos,
Muy buen posteo, y con el me transportaste a un viaje virtual. Hace poco, hice uno donde tome un vuelo con un alto maestro. Me llevo a conocer el espacio, donde descubrí lo ilimitado. Primero fueron palabras, y a medida que íbamos despegando, las frases se transformaron en aire y libertad, la libertad en gozo, el gozo en impermanencia. Y esta impermanencia brotó en mi, una sonrisa. Esta sonrisa que todavía existe y hace, que al llegar a casa agradezca por estar aquí y ahora sin mas nada a que aferrarme.
Saludos
Liberatrice

Daniel Os dijo...

Qué bueno que un modesto ensayo haya logrado recordarte una experiencia de tan alto vuelo, Liberatrice. Me alegra mucho tu visita por este rinconcito, prometo devolverla en breve.

Un beso,
D.

Xavi dijo...

Hola Daniel, vengo de viaje desde el blog de Mar y fue un placer leerte, muy buena reflexión .

Vino a mi mente la canción de Isamel Serrano, Pájaros en la Cabeza...

"Nada se supo de este soñador,
del canto de sus aves,
hasta que llegaron cartas, retazos de sus alas
en forma de postales. "

Un gran abrazo de un nuevo viajante en este mundo blogger.

xavi

PD: Regreso a mi cama, despues de este interesante viaje! SALUDOS!

Daniel Os dijo...

Confirmado, Xavi, así como uno no viaja a la India si no estaba ya abierto a una transformación espiritual, uno no comienza una experiencia blogger si no tenía previamente una necesidad de expresión social, literaria, mįstica o la que fuere. A veces el destino es el camino mismo.

Un abrazo fuerte y espero vernos seguido por acá o por tu espacio.

D.

Epístola Gutierrez dijo...

Tu análisis es excelente.
Yo creo que de todo viaje se vuelve modificado, y siempre se parte esperando el regreso.
Lo de tu amigo en el subte me impactó.
Te dejo un beso.

Anónimo dijo...

Dices bien que uno se pone feliz al llegar a casa, pero al mismo tiempo brota un dolor de entender que uno vuelve a la rutina.


un abrazo

Daniel Os dijo...

¿Se parte esperando el regreso, Epístola? Tal vez sí, yo no estoy tan seguro. Sin embargo tu postura se ajusta perfectamente a mi amigo el Loro, un retornador por excelencia… siempre vuelve a su casa más o menos con las manos vacías, y listo para otra partida.

Un beso para vos, hasta la vuelta.
D.

Daniel Os dijo...

Es una forma sencilla y sublime de felicidad, Tauro, una sensación primitiva de refugio que nos pone bajo protección, con todas nuestras pertenencias y carencias exactamente donde sabemos que están… hay que salir y ganarse la vida para conservar lo que ese espacio representa.

Un abrazo,
D.

Epístola Gutierrez dijo...

Tenés razón. Debí decir que a veces se parte esperando el regreso.
Te dejo otro beso.

Daniel Os dijo...

¡Qué bueno, Epístola, la vuelta fue rápida!

Otro beso,
D.

Mercedes Pajarón dijo...

Reconozco que no me gusta viajar, y si lo he hecho en los últimos 20 años ha sido para evitar un divorcio no deseado. No es que no disfrute ni aproveche para abrir mi espíritu a la novedad, pero cierto es que si no viajara no lo echaría en falta.
Quizás la gente necesitaría viajar menos si pusiera la misma ilusión y los mismos deseos de "volver cambiado" en el día a día, nada más salir de casa, aunque fuera sólo para vivir las pequeñas rutinas cotidianas, con las caras y los lugares de siempre...

Eso sí, el mejor viaje, el que acabo de hacer por tus letras...Oye, y sin ganas de regresar a mi casa!

Daniel Os dijo...

El no viajar también es una experiencia enriquecedora, Mercedes, sólo que requiere una actitud más activa, si se me permite la parábola.

Es que viajando se abren a la mente conoceres y rarezas inherentes al viaje en sí, en cambio adquirir experiencias de similar magnitud sin apartarse de lo conocido, exige del individuo una predisposición y una capacidad imaginativa que quien haya leído tus cuentos sabe que no te falta.

Muchas gracias por haber comprado un pasaje hasta este rinconcito.
D.

Steki dijo...

Hace como media hora que tengo abierto tu blog intentando leer entre página y página del diario para corregir pero pierdo el hijo de la lectura de tu post así que esto no es "comer chicle y caminar", jaja. Lo leo mañana at home. Besos y abrazos.

Daniel Os dijo...

Dale, volvé mañana Steki. ¡Yo me encargo de que no te cobren de nuevo la entrada!

Un beso grandote,
D.

Steki dijo...

Jaja. Eso es tener banca! Bss.

Daniel Os dijo...

Usted se la ganó, jeje.

Steki dijo...

A mí me encantaría poder viajar el día que me jubile. Sólo que dudo que lo pueda hacer con el ingreso de mi futura jubilación. Pero soy optimista, che. De alguna manera lo lograré.
Tenés razón lo que planteás. Es lindo volver a lo de uno. Y, tal vez, a la noche nos invadan los recuerdos de lo bien que lo hemos pasado en ese viaje y podamos volver a viajar. Y también, volver a regresar.
Me provocó nostalgia leer este post. Tal vez porque mis chicos están lejos. Pero pude visitarlos y ahora les toca a ellos el experimentar "volver" a su tierra y a la mamma! Jaja.
Otro beso.

Daniel Os dijo...

Confío en cuán lejos pueda llevarte tu optimismo. No tengo dudas de que te vas a dar el gusto, muchas veces los sueños no se cumplen porque no nos tomamos el trabajo de sacarlos del terreno de la fantasía.

Hablando de regresos, ¡qué lujo me he dado! ¡volviste varias veces para esta entrada!

Muchas gracias, ¡te mando un beso fuerte!
D.

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