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24 de junio de 2011

Asunto: Llegué Bien, escribime

Querida Moni:

¡¡¡Hola mi amor!!! Disculpame que no te escribí ni bien llegué, como habíamos acordado, pero el vuelo me mató y no conseguí hacerme entender en el hotel para que me habiliten el servicio de correo electrónico.

¿Cómo te estás arreglando con los niños? ¿Cómo le fue a Juli en el proyecto de ciencias? ¿Se le cayó ya el dientito a Dana? Ojalá que no, y que aguante tambaleando una semana… me muero por ser su ratoncito Pérez.

Acaban de avisarme que ya puedo revisar mi correo, así que pude leer tu mensaje. Te agradezco tus palabras de consolación por todo lo que te imaginás que tuve que pasar, pero me tengo que asumir un caprichoso… el común de la gente consigue disfrutar de esto de lo que me quejo desde que me subí a un avión por primera vez.

No es que sienta miedo de volar ni que sienta que los aviones sean frágiles o poco seguros. Hay gente que dice que si debiéramos volar habríamos nacido con alitas, pero no es mi caso.

No me gusta volar, me gusta llegar. El trámite de aeropuertos me incomoda aunque no tanto como el trámite de estar en el avión en un espacio reducido con olor a aire acondicionado. Encima, las azafatas trabajan de ser gente muy simpática y me desagrada su sonrisa cuando me ofrecen cafeína en vez de algo mágico que quite el fastidio. Tal vez por eso sea que amo llegar a los aeropuertos… el alivio.

Ya sabés como soy, a veces me entretengo con cosas que no llaman mucho la atención… ¿Sabés qué me gustó? El tramo que caminé desde el avión hasta la aduana… no tiene nada de particular, pero el primer contacto visual con gente del país (y esto pasa en cualquier país del mundo donde uno vaya) es el personal de limpieza con todas sus cualidades étnicas a flor de piel, obligados a verse pulcros pero con cara de desaprobar lo que les ha tocado hacer, sin mirar a la gente, dedicándole varios minutos a recoger con sus herramientas (a veces más sofisticadas que prácticas) una coletilla rebelde o un papel de chocolate.

Me hubiera gustado que entráramos juntos a las tiendas libres de impuestos para ver en los empleados la otra cara de la moneda. Gente que tampoco pertenece a la clase acomodada del país, pero que huelen y visten como si lo fueran… tal vez por exigencia de sus patrones, pero les gusta. Las mujeres sobremaquilladas, los hombres con una cordialidad casi afeminada, ostentosas joyas de poco valor, sonrisas corporativas y exagerada calidez en la escena de la venta de un paquete de pilas.

Luego la burocracia. Ahí dejo de ensayar mis mejores caras y respondo con la misma grosería con que soy atendido, no sé por qué… ellos no lo notan y yo quedo tenso, pero siempre decido ser descortés con ellos. A ellos les noto los mismos rasgos étnicos que al personal de limpieza y la misma pulcritud que los empleados del free-shop, aunque esta vez no corporativa sino gubernamental.

Lo mejor fue lo último. Después de haber caminado unos veinte minutos entre hacer mis compras, recuperar mi equipaje y hacer sellar mi pasaporte, mis piernas ya estaban desentumecidas y recién ahí sentí el cansancio en todo mi cuerpo. Seguro que estaba despeinado, que mi frente brillaba y debía tener algo arrugada la ropa. Para alivianar mi sensación antisocial mejoré mi aliento con una pastilla de Halls… te imaginé sugiriéndomelo sutilmente. Ya tenía permiso de adentrarme en el país y después de tantas horas de hacinamiento en el avión y de aeropuertos amplios y frescos, salir a la calle era lo que esperaba aunque no estaba preparado para el clima de afuera. Mis pupilas se resistieron un par de minutos a la luz natural.

No te estoy reprochando que hayas elegido quedarte en casa, pero me habría sido más fácil estar acompañado a la hora de aceptar que no me esperaba nadie conocido… es que así son los países, funcionan sin la necesidad de que uno llegue. No te niego que también tuvo lo suyo de lindo cuando nadie vino a buscarme; me quedé parado en la mitad de la sala de arribos con una valija en una mano, medio inclinado haciendo contrapeso al bolso azul que me calcé en el hombro y mirando la nada con los ojos bien abiertos como Juli en el patio de la escuela su primer día de primer grado. Aunque las sensaciones son intensas, razono que ese momento es el perfecto: todo está por venir, uno está medio intimidado, reconozco que con miedo, pero lleno de promesas, hasta ese instante no hubo un solo “no”, el listado de cosas por ocurrir estaba bien abultado… y se irá desabultando cuando las expectativas comiencen a disolverse en la realidad.

Camino al hotel disfruté de las banalidades como subirme a un taxi, escuchar radio local, comerme el camino con los ojos, comparar los paisajes naturales con los prejuicios que traía, buscar entre los carteles de publicidad las marcas conocidas y dejarme sorprender por las que jamás antes ví.

Llegar al hotel es fantástico, aunque uno traiga las peores intensiones es recibido como un Señor. Me condujeron hacia mi habitación sin dejarme ni tocar mi equipaje, lo supe recompensar con unos billetes pero con menos franqueza que con la que me lo agradeció mi hombro. Desempacar es reencontrarme con mi intimidad en un sitio al que no pertenece. Mi afeitadora, mis camisas dobladas por vos y el libro que empecé la semana pasada me devolvieron parte de la identidad que tuve postergada durante todo el día. Te agradezco mucho que hayas escondido dibujitos de los nenes entre mis cosas, los extraño como si hubiera salido de casa hace meses… pero mejor cambio de tema porque no me gusta llorar ni cuando no tengo testigos.

Parece que esos cursitos que compramos de algo sirven: debieras enorgullecerte de lo bien que tu marido puede manejarse en un lugar desconocido donde el idioma es un enigma de sonidos que se suceden sin parecer transportar mensajes. Pronto saldré a almorzar y ví que cerquita hay un local de Pizza Hut… me recuerda a nuestro último viaje, también fue en esa cadena de pizzerías, ¿te acordás?… me confundí con la plata, pagué mal, la empleada miraba a través mío apurándome, la gente de la fila pensó que era un imbécil, no un turista… me guardé los billetes del vuelto hechos un bollito en el bolsillo y hasta que no llegamos al hotel no me enteré de cuánto nos costó el almuerzo. Me acuerdo que me hiciste notar que la Pepsi de casa tenía otro gusto y más gas, y que la pizza era con menos salsa y no tan picante.

Mañana tengo la primera reunión y, aunque estoy un poco cansado, voy a aprovechar esta tarde para salir a conocer la ciudad. Vos sabés a qué llamo yo “conocer la ciudad”… no entiendo el mapa que me dieron en el hotel, me pierdo, conozco los suburbios y esquivo los puntos atractivos, compro una camisa por el doble de su valor en el centro y a las tres horas vuelvo al hotel a escribirte que el paseo fue maravilloso y que la ciudad es hermosa.

Ya me faltan seis días y medio para volver a casa, la verdad que me gusta más estar con ustedes que extrañarlos, pero extrañarlos me hace bien.

Te prometo que, a más tardar, mañana te vuelvo a escribir.

Besitos,
Yo.




(Material republicado a instancias de mi amigo Pepe)

24 comentarios:

Jorge Arbenz dijo...

Ese sentimiento de querer extrañar con regularidad a los que son cotidianos me parece el más saludable de los sentimientos.
Saludos, Daniel.

Daniel Os dijo...

Sí que lo es, Jorge, pero como a los mejores tragos: consúmase con moderación. También a extrañar uno se acostumbra, luego no extraña más y descubre que dejó enfriar la relación. Mi whisky sin hielo, por favor.

Un caluroso abrazo,
D.

Malena dijo...

Amor ... kilómetros ... palabras para acortar distancias ... querer estar pero no ... puffff ... se me hace difícil comentar.

Extrañar es un buen ejercicio, si. De vez en vez. Pero si los viajes empezaran a ser habituales, el sexto día fuera de casa - cuando esté aclimatado en la ciudad y descubra que el servicio al cuarto del hotel es excelente -, ya no necesitará escribirle un mail con lujo de detalles. Y ella comprenderá que el Ratón Pérez también llega si él no está.
Y, no nos engañemos, probablemente la vida será más fácil para ambos sin esa piedra que se te atraviesa en la garganta cuando extrañás a alguien.
Más fácil y más fría.


Ginebra, por favor.
Doble.

Daniel Os dijo...

Ya no llevo la vida que llevaba en los tiempos que escribí aquello, Malena, y mirando para atrás, creo que no lo extraño así tal como era sino algunas sensaciones que me dejaba.

Ginebra. Para mí también doble… una para el recuerdo y otra para el olvido.
D.

Marcelo dijo...

Es feo saber que tarde o temprano, uno finalmente no extraña nada. Prefiero pensar que es imposible. Una Cindor con hielo, por favor.

Daniel Os dijo...

Me siento más cercano a creer que renovamos qué extrañar, Marcelo, que admitir que tarde o temprano ya no extrañaremos nada… ¿Será solo un anhelo?

Le hago servir la chocolatada porque tiene grasa y azúcar, pero sepa que este es un sitio decente, no se sirven bebidas sin alcohol. ¿Una pajita?

D.

Liberatrice dijo...

Para ser realista ( ensayo):

Hola Pepe!! ( no voy a decir los años juntos, vos solo te vas a dar cuenta) Me alegro que hayas tenido un buen viaje, y que disfrutes de cada momento como vos lo sabes hacer. Acá todo igual, ya sabes, hoy pasaron a cobrar el seguro, ayer vino el jardinero y puso la semilla nueva . Esperamos que llueva. Detalle menor, se rompió el microondas y tuve que salir de apuro a comprar uno nuevo.
Los chicos divinos. Bueno, en realidad ayer se pelearon por un jean.. Vos sabes como es Fernandito, de quisquiloso. Pero quedate tranquilo que todavía no se mataron.
A mi se me rompió el auto y gracias a la vecina, me puedo arreglar para llegar en hora al trabajo.
Me olvidé de pagar la cuenta del celular, así que no me mandes mensajes , en todo caso, me podes llamar via skype de 6 a 7 pm.
Con mucho humor y cariño,
Mi Moni interior!
besos

Daniel Os dijo...

Ay, ay, Liberamoni, no te puedo dejar sola una semana que dejás todo nuestro equilibrio patas para arriba.

Perdoname que ayer no te pude contactar por Skype pero de 6 a 7 tuve una reunión muy importante y hoy tengo otra. Mi regreso se postergó dos semanas adicionales porque también voy a ir a la Exposición Internacional de Técnicas de Jardinería… estoy aprendiendo mucho de aquello de poner semillas nuevas.

Nos vemos a la vuelta,
P.

Maga h dijo...

Hermosa carta Daniel, y sin duda mucho de ella ha quedado en el tiempo, y uno rescata lo bello que se sintió.
Mañana u hoy mismo, uno puede estar extrañando otras cosas, a otras personas, y tal vez sea bueno haber aprendido que es saludable extrañar y hasta "acariciante" si se lo hace sin el sufrimiento enfermizo que muchos suelen experimentar.

Abrazo amigo.

Daniel Os dijo...

Es la cara agradable del olvido, Magah, la que no abandona en la memoria a las personas o a los sucesos sino las que los ennoblecen desembarazándolos del dolor del momento… buena justificación para los nostálgicos, también.

Un abrazo,
D.

Marcela dijo...

Viajar es para mí sinónimo de melancolía, Todos mis viajes han sido relativamente cortos (en tiempo y espacio), pero siempre siento ese desarraigo, ese estar en un lugar que no es el mío. Y la verdad es que somos habitantes del mundo, ahora más que nunca.
Beso.

Daniel Os dijo...

Cuando viajar no se trata de uno paseando por un sitio, Marcela, sino en un sitio pasado por uno, lo curioso es que sin importar qué tan corto haya sido, la melancolía sí será larga… en ese caso más que habitantes del mundo, somos habitantes de la ausencia misma.

"El universo es una perversa inmensidad hecha de ausencia. Uno no está en, casi, ninguna parte." (A. Dolina)

Un beso,
D.

Mercedes Pajarón dijo...

Me gustan los aeropuertos pero odio volar. Encuentro inquietantes a azafatas y azafatos; son como maniquís que han cobrado vida. Y los hoteles son lo mejor que se ha inventado después de la Pepsi.
De todas formas... como en casa en ningún sitio!!!

Besitos
Yo

Daniel Os dijo...

Por opiniones como aquellas, Mercedes, es que el amigo Marc Augué no consigue meterse en la cama sin sus dosis de sedantes y digestivos. Sin embargo, y no me vengan con que de manera chapucera, creo que estamos de acuerdo… ningún sitio (Non-Lieux) como en casa.

Un beso caserito,
D.

Sol Murias dijo...

Antes que nada, para mi, un pisco y un poco de oxígeno (a mi la altura me hace mal)

Excelentes descripciones de las cosas que vas pensando. A mi, por lo menos, me carcome la intriga de saber que piensan los demás a cada momento... y lo tuyo es como darse una panzada de curiosidad!!! Ahhh creo que ahora si, puedo ir a dormir en paz. Pero antes, seguiré paseando por aquí un ratito.

Me encantó, Besos

Daniel Os dijo...

Me pasaría lo mismo, Sol, de seguir paseando por aquí caería irremediablemente dormido. Sin embargo me es muy alentador que lo hayas disfrutado. Te agradezco mucho el comentario y podés pasar a retirar el trago que pediste.

¡Mozo! ¡Dos tubos para la dama! …uno con pisco y otro con oxígeno.

Besos,
D.

SILVIA dijo...

Extrañar quiere decir que Importa. Y eso es tan bello...
Un abrazo!!

Daniel Os dijo...

Alguien me enseñó, Silvia, que a veces los afectos no se disuelven sino que cambian de formato. Entiendo que esa belleza de la que hablás, claro que es una belleza pura aunque con un formato no convencional.

Besos formato beso,
D.

MAR dijo...

Te entiendo perfectamente, esas cartas no tienen fecha para los nostalgicos que andamos por el planeta tierra.
Un abrazo grande y una sonrisa de empatía.
mar

escarcha dijo...

llegué a tu blog surfeando un poco, tu forma de escribir es directa y coloquial, te lleva hacia el final en andas, no sientes la extensión, todo está muy bien narrado, mientras uno lo lee lo va viendo mentalmente.
te sigo Daniel Os!!!
un abrazo

(te dejo la dirección de mi blog para que pases cuando tengas tiempo www.elblogdeescarcha.blogspot.com)

Daniel Os dijo...

Es que la nostalgia, Mar, por ser un sentimiento natural, lo natural es vivirla. Permitírnosla, habilitarla y controlarla… para no vivir en un tormento.

Las cartas viejas son una zona de riesgo, una nostalgia de un sentimiento fuerte con nombre y apellido puede llegar a eclipsarnos un valioso presente.

Besos atemporales,
D.

Daniel Os dijo...

Muchas gracias, Escarcha, muy alentadoras tus palabras. Me alegra saber que hayas disfrutado de este relato y espero no decepcionarte con el resto.

Prometo una pronta visita por tu blog y te doy una cálida bienvenida a este.
D.

Rochies dijo...

los países, funcionan sin la necesidad de que uno llegue.
Desempacar es reencontrarme con mi intimidad en un sitio al que no pertenece.

Estas dos reflexiones las encuentro sublimes, por certeras quizás o por haberme reencontrado con un sentir propio que jamás había sido expresado en letras.

Daniel Os dijo...

No puedo negar, Rochitas, que el grueso de las reflexiones que uno lleva a sus relatos funciona exclusivamente en ese universo y con las leyes de la atmósfera de ese cuento. Sin embargo estas dos que mencionás creo que se pueden aplicar también a varios casos de la vida real.

Un beso grande,
D.

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