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1 de septiembre de 2011

La Noche Está Maravillosa

Durante una presentación en vivo, tocó su Gibson Les Pauls con tal entusiasmo, que una de las cuerdas saltó. Con certeza ya estaba gastada, fatigada de tanto blues, pero la leyenda se nutre de sostener su rigidez a prueba de todo tipo de concertistas, excepto de Eric Clapton. Sonrió disimulando tensión y los siguientes minutos del concierto se salió de la rutina ensayada con los Yardbirds para reencordar una de las últimas guitarras que tuvo antes de enamorarse de Blackie, su guitarra construida con las mejores piezas de las Fender Stratocaster y Telecaster.

El público, que cuando ama aplaude hasta las desprolijidades, acompañó con palmas a pedido del músico, que se disculpó por el tiempo que se estaba tomando y, bromeando, sugirió que debieran apodarlo “Mano Lenta”.

Marcos Saguí por primera vez en varios meses se quedó solo en el living. Solo es más una actitud que un hecho… los niños fingían dormir en sus habitaciones. Y Marcos podía fingir estar solo. Se echó cansado en el sofá que se enfrenta a la tele e indiferente jugó con el control remoto. Poco antes de una hora después descubrió que no le interesaba nada de la programación de esa noche. Ignoró la pila de ropa para doblar que descansaba sobre el sillón de tres cuerpos, apartó los dibujitos y la correspondencia que esperaba ser leída sobre la mesita ratona, se descalzó y apoyó sus pies. Tuvo que reclinarse más para llegar bien.

Sintió que esa noche era especial.

Se dirigió hacia la cocina sin un plan claro, sin embargo en el camino corroboró que los niños dormían con sus televisores aún encendidos. Los apagó y volvió a la cocina. Tomó una copa grande y buscó con qué llenarla. Rechazó de la heladera un chardonnay y una leche chocolatada, ambos estarían a la temperatura ideal de menos de diez grados. Pensó en comer unas nueces y beber un merlot chileno, pero le dio pereza descorcharlo sin honrar alguna ocasión. Devolvió las nueces a la alacena e instintivamente se apoderó de tres ciruelas pasas del tarro de al lado; una se fue a la boca, las otras dos descansaron en el fondo de la copa.

Las habitaciones de los niños nuevamente devolvían sonidos de televisión y se resignó a que entre los docientos canales de cable, difiíclmente encontraría algo que no fuera atractivo solo para los niños… tal vez deportes o películas viejas. Revisó su colección de música solo porque los discos estaban al lado del cognac. Se sirvió cognac en la copa de las dos ciruelas pasas solo porque el cognac estaba al lado de los discos.

Buscó algo tranquilo para acompañar la noche y se encontró con Slowhand, el álbum de Eric Clapton de 1977 que incluía una de sus canciones favoritas: Wonderful Tonight. Marcos repetía entre sus amistades, con aires eruditos, que Mano Lenta (o Slowhand) era un seudónimo casi peyorativo basado en la mesura blusera y en la cadencia con que Clapton tocaba rock. Lo había leído hacía años en un artículo sin firmar de la revista Caras.

Las ciruelas pasas, observó, habían sido deshuesadas industrialmente, lo cual representaba una serie inesperada de beneficios. Una madre habría preparado compotas sin quitarles su matriz o abriendo las ciruelas una por una con un cuchillo afilado. Pero las máquinas de los complejos fabriles introducían mecanismos de hierro a unas diez ciruelas por segundo, extrayéndoles su corazón en una acción inmediata.

–¡Cuánto entiendes de ciruelas, Marqui! –lo aduló una chica Bond desde un rincón de su imaginación.

Durante su descarozado, dedujo Marcos, parte de la carne de la ciruela habría sido desgarrada y como causa se generarían rasgaduras internas que, bien vistas, oficiarían de conductos ideales para trasladar al cognac a través del interior de la pasa, y aquellos rincones por donde no hallara escapatoria la bebida serían, consecuentemente, alojamientos para los restos del licor que se encargarían de macerar la fruta desde sus entrañas.

–No es nada, preciosa, debiera enseñarse Ciruelidad en todas las escuelas –le respondió a la mujer del vestido negro de espalda escotada.

Luego de unos pocos minutos, parte de la bebida habrá tomado sabores de la ciruela pasa que, a su vez, habrá adoptado parte de los sabores del trago. De este perfecto matrimonio entre ciruela pasa y cognac solo podía esperarse una explosión de sentidos en el interior de Marcos, que ya a esta altura se juraba que la noche era perfecta.

Tomó la copa entre sus dedos ensayando los ademanes más seductores, miró enamorado a las pasas que perdían flote en la oscuridad de la almibarada bebida y les dedicó un erógeno: “Yes, you look wonderful tonight.”

Mojó apenas sus labios para averiguar cuánto se habrían confundido los sabores, se relamió de cognac aciruelado, cerró los ojos para sentir mejor y hundió su espalda en el sofá. Le dio más volumen al hombre de Ripley, Inglaterra y apoyó la copa en el suelo para tocar en su vientre una Blackie imaginaria. Lo ayudó también a entonar su “You were wonderful tonight” final.

Como adolescente decidió escuchar la canción nuevamente, esa magia no podía ser congelada en el tiempo pero estaba todo entregado para repetirla miles de veces a lo largo de la noche. Índice y pulgar derechos se bañaron por un segundo en cognac y secuestraron una de las ciruelas pasas. Mientras Marcos secaba sus dedos con movimientos circulares en el pantalón de su pijama, sintió una pasa levemente hinchada por el néctar que al morderla bañaba toda su boca con dulces explosiones de fruta y alcohol.

Rápidamente abandonó el sofá dirigiéndose al equipo de música, pero agregó a su periplo un rápido repaso por los dormitorios de los niños. Ya dormían sin fingir, sus rítmicos ronquiditos ignoraban comerciales de televisión y programas hiperquinéticos propios para niños. Besó dos frentes húmedas, apagó dos televisores calientes y volvió al paraíso.

Una Fender gimió durante casi un minuto entero antes de que Marcos y Eric repitieran “It's late in the evening…”. Marcos abandonó momentáneamente el dueto para que su copa no se sintiera abandonada. De un solo trago redujo a la mitad el contenido, con la precaución de formar con sus dientes frontales una barrera infranqueable para la última ciruela pasa, que debía descansar en el fondo de la copa y absorver tanto cognac como le fuera posible.

–La noche está maravillosa –comentó con los músicos durante un solo de guitarra.

Llevó nuevamente la copa a sus labios dejando pasar como un torrente el resto de cognac, le hizo explorar un costado y el otro de su boca, inundar su paladar y deslizarse por el terciopelo de su lengua hasta embriagar su cuerpo de frescura. Nuevamente, como portero celoso prohibió el paso de la ciruela, elevó la copa vacía de líquido hasta la altura de sus ojos, le dijo con su mirada algo siniestro a la ciruela y volvió a llevarse la copa a la boca, pero esta vez con los labios entreabiertos. Se reclinó profundo en el sofá, dejó caer sus párpados y dio a sus muelas la orden de no perdonar ni una sola de las fibras de su rehén; la ciruela pasa.

–¡Aaaaaaaaaaaaaaaah! –exclamó Marcos durante un minuto eterno.

–¡Aaaaaaay! ¡Niños, despiértense! ¡Vístanse rápido que tienen que acompañarme a la urgencia odontológica!

La doctora Orgambide lo escuchó sin emitir ni uno solo de los comentarios burlones que pasaron por su mente.

–Se suponía que la ciruela estaba descarozada –intentó explicar Marcos mientras le latía y le babeaba todo el occidente de su boca–, en el tarro indicaba eso y ya me había comido dos… la tercera me la comí con total confianza y fue como morder una piedra con toda mi fuerza.

Los Rayos X delataron la quebradura de una pieza molar, que rápidamente fue sometida a un tratamiento de conducto y concluiría, con ulteriores visitas, en ser removida por completo y reemplazada por una fina prótesis. Quinientos doce dólares fueron removidos de su cuenta bancaria y no habrían de ser reemplazados.

Afuera la luna brillaba en un cielo sereno, una suave brisa le daba a la noche un encanto primaveral, los niños habían encontrado una extraña posición durmiendo uno sobre otro en las sillas de la sala de espera de la guardia, donde Marcos pidió un taxi. No esperaron más de seis minutos.

Desde los parlantes de las columnas de la clínica, un saxofonista intentaba con más cursilería que talento los acordes de un hipnótico blues: Wonderful tonight.







Wonderful Tonight - Eric Clapton

It’s late in the evening; she’s wondering what clothes to wear.
She puts on her make-up and brushes her long blonde hair.
And then she asks me, “Do I look all right?”
And I say, “Yes, you look wonderful tonight.”

We go to a party and everyone turns to see
This beautiful lady that's walking around with me.
And then she asks me, “Do you feel all right?”
And I say, “Yes, I feel wonderful tonight.”

I feel wonderful because I see
The love light in your eyes.
And the wonder of it all
Is that you just don't realize how much I love you.

It’s time to go home now and I’ve got an aching head,
So I give her the car keys and she helps me to bed.
And then I tell her, as I turn out the light,
I say, “My darling, you were wonderful tonight.
Oh my darling, you were wonderful tonight.”




22 comentarios:

Marcela dijo...

¡Pero que mala suerte! ¿Un juicio a los que no sacaron el carozo no era posible?
Pero esa canción musicalizó tantos momentos maravillosos, y lo seguirá haciendo sin ninguna duda.
Y lo que es maravilloso también es la forma en que conseguís relatos excelentes, divertidos y profundos con situaciones que otros dejarían de lado.
Me gustó muchísimo.
Beso.

NERIM dijo...

Inmejorable.
Qué grande eres!!

Un abrazo

Daniel Os dijo...

Juicio y castigo también a los dentistas, Marcela, por su confesa crueldad explícita.

Me ruboriza un poco tu comentario y, desde luego que te lo agradezco con todo mi corazón. Sos muy generosa con tus palabras.

Un beso grande,
D.

Daniel Os dijo...

No exageres tanto, Nerim/Miren, con esa música de fondo no hay relato que no siente bien. Por cierto este cuento tiene algunos años, lo estoy publicando nuevamente con algunos pequeños ajustes, en ocasión de que la canción regresó a mi vida hace unos días de una manera muy especial.

Muchas gracias por tu comentario, estás maravillosa esta noche.
D.

agalmana dijo...

¡Jajaja! Maravilloso. Lo leía algo embriagada, saboreaba el trago y las ciruelas, vivenciaba un estado de ensoñación y hasta de cierta melancolía por el dejo de soledad que figuré entrelíneas... ¡y se me escapó una carcajada, ante la irrupción del dolor!
Una lástima no poder escuchar la canción, porque suena en mis oídos la versión de JAF ¡en castellano!
Besos

Malena dijo...

La sensualidad del texto me estaba transportando mansamente por caminos nocturnos maravillosos, hasta que choqué con la cruel realidad.
Suelen pasarme cosas así.

Wonderful, Daniel.

Daniel Os dijo...

Esa carcajada satírica, Agalmana, fue otro acto de insensibilidad femenina frente al dolor de un hombre… que acaba de perder 512 dólares.

Me honra saber que el trago y las ciruelas de mi ficción llegaron a tu paladar, seguramente la versión de JAF fue una gran aliada, voy a salir a buscarla.

Un beso,
D.

Daniel Os dijo...

¿No es acaso el objeto de la sensualidad acabar en un instante de euforia, Malena? Lamento que aquí el choque fue con la realidad, pero no hay dolor de muelas que dure cien años… confío en el próximo cognac.

Thanks, muchacha.
D.

Malena dijo...

Yo le tengo fe al Merlot chileno, pero me asustan las nueces.

Jorge Arbenz dijo...

La humanidad ha permitido que surjan de su ser los dentistas y la Humanidad ha hecho lo propio con Eric Clapton.
Prometo que esto lo he escrito sin tomar una sola de esas pasas exuberantes y pervertidoras de inocentes.
Saludos cordiales, amigo Os.

Mercedes Pajarón dijo...

¡Pero cómo es usted, señor Os! ¡Me llevó en décimas de segundo del cielo de los sentidos al infierno de los dentistas! Y es que ando yo muy sensibilizada con el tema, porque he vuelto de mis vacaciones con una caverna en una muela y no tendré más remedio que visitar a estos traumatizadores profesionales...Pero antes, traiga ese cognac para brindar por un texto excepcional!

Wonderbesos.

Daniel Os dijo...

MItos populares, Malena, nada de lo que asustarse. Dicen que el merlot estimula el deseo y que las nueces lo impulsan… mitos populares.
D.

Daniel Os dijo...

La huamanidad, mi querido Jorge, es también un grupo que no podemos eludir… le recomiendo un par de pasas descansado en el fondo de una copa de cognac (o de oporto) por alrededor de una hora y la humanidad se parece más a Clapton que a esos torturadores con credenciales médicas.

Un abrazo,
D.

Daniel Os dijo...

Me temo que se adelantó con los brindis, Mercedes y ha comenzado a beber antes de leer el texto… de otra manera no podría haberlo encontrado excepcional.

Besos anestesiados de cognac.
D.

Maga h dijo...

Que bueno!!! Que hermosa y ensoñada manera de llevarme tramposamente a pensar y jugar con otro final.
Abrupta manera de hacerme salir del mismo en un consultorio odontológico.
Es sin duda su arte.
Abrazo!!!

Daniel Os dijo...

Le cuento, Magah, y aprovecho para aclarar, que ninguno de mis sueños conducen al sillón del dentista… es solo ficción, como muchas otras y ensoñadas maneras en que la vida nos lleva a esperar otros finales.

Un abrazo,
D.

Alma Mateos Taborda dijo...

Impecable. Eres excelente.Un placer disfrutar de tus relatos magistrales y profundos. Un abrazo.

Daniel Os dijo...

Vamos, que no debe ser tanto, Alma, tal vez un par de aciertos dictados por la noche, el alcohol y las ciruelas.

Muchas gracias por andar por acá.
Un beso,
D.

Liberatrice dijo...

Ud si sabe lo que es narrar. Lo voy a leer con mas detalle ya que eso de la ciruelidad me atrapa! :)
besos
L

Daniel Os dijo...

Oh… Liberatrice (léase en susurro de amante inflamado)… cuánta Ciruelidad puedes aprender conmigo… acompáñame a mirar la luna, las estrellas y las ciruelas pasas…

Ejem, volviendo a mi viejo tono… un beso,
D.

SALVA TU PIEL dijo...

Hacía tiempo que no me cagaba tanto de risa con un texto..
Gracias

Daniel Os dijo...

Ah, pero qué bonito… uno se quiebra una pieza dental, interrumpe una noche primaveral estupenda, se vacía la billetera en unos minutos y el joven Salva Tu Piel no puede menos que soltar la carcajada… celebro que así sea. Muchas gracias por el regocijo de hacérmelo saber.

Un abrazo,
D.

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