—Yo pago -se apresuró a detenerme gentilmente con la palma de su mano y un gesto entre suficiente y amigable-.
—Por supuesto que sí -le sonreí, casi sin esforzarme en no pasar por desmedido-.
Había ordenado un pinot grigio californiano que nos dejaba a mitad de camino entre el chardonnay que ella hubiera elegido y el cencibel manchego que exigía mi cerdo asado, pero en más de un pasaje de la cena me imaginé en el café con unos colegas.
—Pero, Helenita, si me acabás de demostrar tu grandeza y capacidad para absorber su deslealtad y seguir adelante con la vida que proyectaban, ¿por qué insistís en que Nacho merece ser castigado?
—¿¡Qué pregunta es esa!? ¡Nina es mi prima! ¿No te parece que arrinconar a mi marido y besuquearlo no era por amor a él sino para tener algo idéntico a lo mío?
—Pero, ¿me lo estás preguntando a mí o a vos misma?
—Es una pregunta retórica, José, no hagas preguntas tontas… Ella tendrá mejor físico que yo pero desde chicas fue la bobita entre las dos. Nada más que por compasión siempre los abuelos la sacaban a pasear más seguido que a mí; o a ella la esperaban con lemon pie para el postre y a mí me pelaban unas manzanas duritas aptas para mi eterna dieta.
—Me hacés reír, Hele… cuando decís “bobita” me da la sensación de que se te está por escapar un “bonita”…
—¡Ja ja ja! -rió con franqueza, aunque fue un touché que me rogaba no indagar sobre mi sospecha-.
—Volviendo, ¿pensás planear volver a la habitación con Nacho?
—Mirá, José, para todo el mundo somos un matrimonio feliz, para Nina me convertí en un referente ético, una mujer que entiende, calla y perdona… y para Nacho seguiré siendo su esposa pero también su superior, no su pareja. Me gané con dolor el derecho de que ni se le ocurra pedirme que le cocine, le planche o me ponga mimosa. Pero, debilitar mi posición social por echarlo de la casa y que se rumoree que me ponía los cuernos, ¡jamás…! no es una movida inteligente.
—Disculpame, pero creo que si no te lo pregunto, nunca te lo vas a preguntar vos sola: ¿no estás joven para colgar los hábitos? Porque si no hay mimos para Nacho tampoco los hay para vos…
—¡Ja ja ja! -descargó su segundo touché mostrándome su pastillero- esto es un milagro de la ciencia, dos por día y tengo el empuje empresarial de una veinteañera y la libido de una abuelita…
—¡Ja ja ja! -me reí con ella, que no habría soportado imaginar que existe un bando enemigo, ni que integro sus filas-. ¡Ay, Helenita linda! siempre con todo bajo control… date el permiso de dejar que algo fluya sin tu dirección alguna vez, no sabés la mochila de piedras que te vas a quitar de la espalda…
—Siempre me dejás tareas complicadas, Josecito… ¿cómo se te ocurre pensar que algún pollito que protejo bajo mis alas va a poder dejar las cosas bien hechas sin mi ojo por detrás de su espalda? Si yo soy el motor de todo… me enfermo y se enferma la casa, falto a la oficina y nadie trabaja, falto a una fiesta y nadie baila, no soy yo la que cocina y nadie prueba bocado…
—…Y no renuncio a dejarte tareas complicadas. Pidamos la cuenta que se nos hace tarde y me gustaría que te quedara dando vueltas por la cabeza una pregunta que me hacía a mí mismo mientras hablabas de tus pollitos…
—Con cuidado, José, -me amenazó sonriente, fingiendo dulzura tirana- que donde te pongas impertinente no pago la cena… y no creo que tengas con qué pagarla vos, ¡ja ja ja!
—¡Ja ja ja! -fingí divertirme con su incivil sentido del humor- ¿Cómo sabés con tanta exactitud qué ocurre en tu ausencia? Hace dos años Nina era tu primita del alma y en este instante no sabemos en qué andará Nacho, que no toma de esos “milagros de la ciencia…”
Aunque no era mi intención, se le volvió a dibujar su natural semblante disconforme. Cambié de tema para no cerrar el encuentro con sabor amargo, creo que hablamos de una comedia que a ninguno de los dos nos había gustado. Aproveché a acomodarme el saco, antes no quería que algún movimiento mío la distrajera de la conversación.
La dejé pagar y salimos a la calle. La acompañé a su auto y, antes de despedirme con un beso en su mejilla, le pregunté si quería volver a cenar el jueves siguiente. Caminé media cuadra hasta mi auto preguntándome si Armando y Robi todavía estarían en el café. Encendí el motor y, antes de poner primera, hice algunas anotaciones.
H. Vaccaro dio dos touchés. Revisar apuntes de Adler. Evaluar retomar sesiones en el consultorio.
24 comentarios:
Revisar apuntes de Adler. Me hiciste morir de la risa!!!!!!
No me queda claro si es bueno o no mezclar la psicoterapia con la amistad, muchos analistas estan en desacuerdo con conocerse con sus pacientes.
Besitos!!!!
No sabía que te gustaban tanto los quesitos, Pau, y tampoco tengo demasiada información sobre técnicas de terapia. Sin embargo sé de analistas más convencionales que difícilmente se vean con su paciente fuera de la sesión y otros que llegan a hacerse amigos, amantes, socios, etc.
Un beso para vos,
D.
Yo soy media machista, si que al menos la primera invitación la pagas tú, ya???
jajajaja
con sicoanálisis incluido, que no será fácil jajajjaja.
Besos para ti.
mar
:)
La verdad que a una mesa no tengo argumentos para aportar con psicoanálisis, Mar, pero de unos vinitos y amigos seguro que algo bueno sale.
Un beso grande, amiga.
D.
Pero el supuesto sicolgo fue el único que se sicoanalisó, la santa señora tenía el camino claro. En espiritus asi ni el mejor siquiatra consigue un cambio, la mejor terapia para esas almas es que la vida le pegue un combo que ni las pastillitas la salven... aunque...
AOC.
Muy interesante. Gracias.
Impecable como siempre, de lo que no se debe perder en la blogosfera.
Helenita, un caramelo para el psicoanàlisis!
Saludos descalzos mi amigo Os!
Conozco en persona una Helenita, Anto, y curiosamente fue ella que desde su perspectiva empresarial me enseñó la siguiente frase: "Un psicólogo es una persona que le pagás para que te pregunte cuál es tu conflicto, cómo pensás resolverlo y te da la orden de hacerlo".
Si tuviera razón, cosa que ruego no ocurra, también un analista sería un afortunado que escucha a diario conflictos ajenos, se topa con una avalancha de respuestas y puede adoptar las que desee para sus propias situaciones.
Nunca se sabe en un diván quién es quién.
D.
Me inquieta, Adriano, mirar para el costado y ver más pastillas… Si molemos fluoxetina y la espolvoreamos sobre un conflicto, ¿el conflicto se disipa?
Por suerte los psicólogos no tienen licencia para firmar recetas, ojalá en eso no cambien también los tiempos.
D.
Muchas gracias, Largos Pies, un gusto tenerla por acá.
D.
Hay de todo en la blogósfera, Magah, y últimamente me he topado con una que otra maravilla, pero a Helenita mejor perderla.
Un beso, mi amiga, y no se me vaya a resfriar…
D.
Hay una frase sencillísima compuesta por dos palabras que me ha dejado fascinada por su delicioso sonido: "Yo pago".
Ahora en serio, señor Os, este escrito se acerca peligrosamente a la genialidad más ingeniosa. Cuidado.
Besos!!!!!!
Definitivamente, yo evaluaría retomar las sesiones en consultorio. De esa manera, el "yo pago" te permitiría la compañía del cencibel manchego y de postre el café con amigos...¡qué tanto!
Besotes,
Qué bueno que esas palabras las hayas registrado como un sonido, Merceditas… o que te recuerden el sonido de la registradora…
Ahora, lo peligrosamente delicioso es que la gente talentosa se convierta en amiga, que luego lean los textos de uno desde el afecto y los encuentran geniales…
Besos grandes,
D.
Dicen que "análisis fuera de la sesión es falta de educación", Clau, pero hay personas que si no fingen estar de igual a igual incluso donde serán sujeto de análisis, no se prestan al juego…
Lo digo yo, que estoy para un café con los amigos psicoanalistas…
D.
Tantos amigos se transforman en psicoanalistas que me es difícil imaginar para que se le debe pagar a un profesional. La charla amigable me parece de mucha más ayuda, así que el estilo de José, en todo caso, me cae bastante bien. Pero es solo mi percepción del asunto, no tengo demasiado conocimiento de terapia. Pero a la larga voy a saber del tema, es la carrera que escogió mi hija para estudiar!
Impecable el relato, como siempre.
Un beso.
Me hiciste acordar, Marce, a una escena de una comedia menor, donde hay un diálgo desconcertante.
En "Cocodrilo Dundee", la chica le cuenta al héroe que iba al psicoanalista para contarle sus problemas, el hombre rústico le respondió: "¿No tiene amigos?". Seguramente tu hija en unos años tenga argumentos sólidos para refutar esa frase… yo también conjeturo algunos, pero tan desautorizados que me gustan los psicólogos amigables y los amigos analíticos.
Un beso,
D.
Me gustó que pagase Ella ¿porqué no?
En varias ocasiones he mantenido charlas amigo-psicólogo. Y no sé muy bien porqué, siempre acabo siendo el psicólogo. ¿será que equivoqué la profesión?
A mí, me basta sencillamente un abrazo o un fuerte apretón de manos. A veces sólo una mirada que me diga que todo está bien.
Besos mil!!!
No he conocido nunca terapia como la que describes ¡y mira que he tenido y tengo!.
Ojalá alguna sea como la tuya, tal vez sea la que acierte...
Tu genialidad es inagotable, verdad?
Me encantó.
Un beso terapeútico para ti.
Miren.
Es muy probable, Silvia, que el calor del abrazo de un amigo cure varios males. De hecho promuevo esa escena como medicina preventiva. Sin embargo no puedo negar que además de la buena voluntad de alguien que nos tenga afecto desinteresado, hay situaciones de las que se sale con un profesional.
Terapeutas a analizar, amigos al café.
Besos, amiga.
D.
De ese tipo de terapia, Nerim (y simetría), puede que no se llenen los vacíos del alma o las concavidades de la personalidad, pero sin duda sí se llena bien llenado el estómago… y, para algunos casos, la buena mesa puede llegar a ser sanadora.
Muchas gracias por tu desmesura terapéutica.
Un beso grandote,
D.
"Vacíos del alma", "concavidades de la personalidad"... después de casi veinte años vengo a enterarme del trasfondo psicoanalítico de aquella espantosamente difícil de olvidaro canción infantocomercial: "Tengo el corazón con augeriiiitooos..."
Siempre un gusto leerlo, licenciado.
...Me olvidaba (siempre me pasa, lo hablamos en la próxima.
¿Cuánto le debo?
Déjelo así, María, que entre el cerdo asado y esa banda sonora tengo el estómago con augeriiiiiitos…
Ahora que no está el mozo hagamos un pagadiós y, para la próxima, mejor la espero en el consultorio.
Un beso,
D.
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